Las abejas realmente no zumban, más bien, tararean. El sonido que emite una sola abeja diminuta puede llenar una habitación y anunciar su presencia. Por sí sola, su zumbido es una serenata poderosa, una melodía de tenor que se desliza suavemente en un día cálido. Pero cuando se une a un enjambre, ese sonido se convierte en un asombro coral, una armonía tan impactante que te hace cuestionar si es una celebración o quizá una advertencia de peligro.
Ese sonido imponente es el que inspiró el nombre de la Ganadora del Global Citizen Prize, Taily Terena: la canción de las abejas. Conversar con ella es como encontrarse con esa ligereza suave, como los patrones invisibles que dibujan las abejas mientras vuelan. Muchas veces, sus emociones sinceras se sienten antes que sus palabras, mostrándote no solo a una líder en la lucha por la justicia climática, sino a un corazón abierto para quienes construyen unidad.
¿Quién es Taily Terena?
“Soy una persona amable y cariñosa, pero puedo ser terca si es necesario. Si hay algo en lo que creo de verdad, soy terca, pero en el buen sentido,” cuenta ella.
La defensora indígena de la tierra y el clima encuentra alegría al aire libre y rodeada de animales. Le contó a Global Citizen que siente una conexión total con el entorno natural. Taily disfruta de la belleza de la naturaleza y siempre está atenta a sus enseñanzas.
“Aprendo mucho de ella,” dice sobre la naturaleza. “Creo que por eso soy una persona optimista, porque ella nos enseña a volver a empezar. Si ocurre un gran incendio, después cae un poco de lluvia y las cosas vuelven a florecer.”
Han pasado más de dieciséis años desde que Taily empezó su trabajo como defensora del clima, enfrentando escenarios globales desde muy joven. Era solo una adolescente; su voz, aunque pequeña, llevaba un mensaje fuerte de justicia para su hogar, la Nación Terena, con el apoyo de sus ancestros sobre los hombros, entrando a lugares donde antes su gente ni siquiera pudo soñar estar.
Desde Brasil, la defensora indígena Taily Terena usa su formación en antropología —enfocada en cultura de mujeres y saber intergeneracional— para exigir justicia climática. | Homero Flávio para Global Citizen
Global Citizen Prize para la Nación Terena
Hoy, Taily Terena es una defensora orgullosa de la tierra, su gente y sus ecosistemas. La Nación Terena está ubicada en el humedal más grande del mundo, el Pantanal de Brasil, que ahora corre el riesgo de desaparecer debido a la crisis climática. Son muchas las amenazas que enfrentan la Nación Terena y la Terra Indígena Taunay Ipegue (la propia comunidad de Taily). Las más grandes son el cambio climático causado por los humanos, especialmente por el agro-negocio, y los impactos constantes de la colonización.
Estos son los obstáculos que Taily trabaja por derribar en su lucha por la protección de la tierra. Lo hace en voz alta, pero nunca sola. Ahora que es honrada con el Global Citizen Prize 2025, para ella es fundamental reconocer que no se trata de una ganancia personal.
Podemos ser guerreras. Podemos ser resilientes. ¡Pero de verdad sabemos disfrutar la vida!
“Veo el premio como un reconocimiento no a mí, porque no creo en las cosas individuales. Es algo colectivo,” cuenta. “Que yo haya ganado este premio es para mostrar que lo colectivo importa. Yo no lo hice sola, siempre estuve con mi gente o apoyando a otras naciones indígenas aquí en Brasil. El premio es para mostrar que lo colectivo puede alcanzar espacios importantes.”
Agrega: “también me da esperanza porque ayudará a dar visibilidad a lo que está pasando aquí en mi comunidad. Lo que sucede en la Amazonía no ocurre solo allá, también pasa acá.”
Durante la lucha por la justicia territorial y la defensa del clima, el pueblo Terena, reconocido por ser agricultores y cuidadores del agua, sigue de pie. No importa el reto, esta capacidad de sobreponerse lo supera todo, una cualidad que la propia activista indígena resalta cuando habla de su gente.
“No vamos a pelear por pelear, pero si hay que pelear, lo haremos. Eso está en nuestra historia de creación, y me encanta porque dice que en verdad somos un pueblo al que le gusta reír, hacer bromas, que sabe cómo disfrutar la vida. Eso es lo que quiero que la gente sepa de nosotros. Podemos ser guerreros. Podemos ser resilientes. ¡Pero de verdad sabemos disfrutar la vida!”
Taily sonríe mientras habla con orgullo del amor por su gente y sus tradiciones. Su cultura está arraigada en su ser y la mantiene firme en las batallas frente a la adversidad; al mismo tiempo, la levanta cuando más lo necesita, trayendo esa ligereza esencial cuando todo parece difícil.
Cuenta una anécdota de sus primeros años en el activismo, cuando, bajo el gobierno derechista de Bolsonaro, el líder democrático Luiz Inácio Lula da Silva (más conocido como Lula) fue arrestado injustamente, acusado sin pruebas en un escándalo de corrupción.
“Antes de ser presidente como ahora, Lula estuvo preso. Lo transmitieron en vivo en la tele y todo el mundo veía cómo lo arrestaban,” recuerda. “Fui a visitar a un amigo en otra comunidad Terena, y recuerdo que los dos mirábamos la tele, en shock y llorando, porque pensamos: ‘Dios, este es Lula, el personaje principal de Brasil, amado por miles de personas, con apoyo, recursos y abogados, y aun así está preso sin razón, sin justificación.’”
Ella sigue: “Si esto le pasa a Lula, ¿qué nos puede pasar a nosotros? Sin nadie que nos respalde, sin dinero para abogados y con el gobierno de Bolsonaro totalmente en contra de los pueblos indígenas.”
Y fueron en esos momentos de miedo, cuando apareció la tía de su amigo, una representante mayor de la comunidad, para recordarles exactamente quiénes son.
Taily continúa: “ella llegó y bajó el volumen de la tele bien molesta, y dijo, ‘¿están bromeando? Nuestro pueblo sobrevivió...”
Cientos de años de violencia, de represión, pero aquí seguimos de pie. Nunca bajamos la cabeza, y no acepto que ustedes lo hagan. ¡Ustedes son las generaciones del futuro! Tienen que seguir luchando como nuestros ancestros. Hoy estamos aquí porque luchamos, no porque lloramos. ¡Vamos, únanse! Afuera estamos celebrando. ¡Lo primero en la lucha por nuestro pueblo es tener una buena comida!”
Ella se ríe al contar este recuerdo, una historia que le sale de forma natural.
“Así que salimos, nos divertimos, cenamos y pasamos la noche conversando. Este es nuestro pueblo”, dice con una gran sonrisa.
La ganadora del Global Citizen Prize, Taily Terena, junto a su papá, Marcos Terena. Brasil, 2025. | Imagen: Homero Flávio para Global Citizen
La ganadora del Global Citizen Prize, Taily Terena, junto a su papá, Marcos Terena. Brasil, 2025. | Imagen: Homero Flávio para Global Citizen
El conocimiento indígena es ciencia
Aunque no le encanta que la describan solo por sus logros, Terena es licenciada en antropología y usa esos estudios para impulsar su trabajo como defensora indígena y del clima. Ella se enfocó específicamente en la preservación cultural de las mujeres y la transmisión de conocimientos entre generaciones.
Si bien Terena considera esto un logro y atesora lo que aprendió, prefiere defender la ciencia indígena. Esta es una disciplina que no se aprende en un aula o laboratorio, sino viviendo y observando el entorno natural a través de los ojos de las generaciones anteriores, hasta comprenderlo profundamente.
“Cuando la gente habla de la ciencia occidental, es todo sobre laboratorios, pruebas y cosas súper técnicas”, cuenta Terena. “Pero después, en contraste, a nuestra ciencia le llaman ‘conocimiento indígena’, ‘conocimiento tradicional’; lo llaman conocimiento, no ciencia.”
“Y no es que esté en contra de la palabra conocimiento”, continúa, “pero es el modo en que occidente minimiza ese conocimiento solo porque no probamos las cosas igual que la ciencia occidental, y porque no usamos el mismo sistema.”
Las cosas que los pueblos indígenas de todo el mundo han dicho, advertido y defendido poco a poco se han comprobado para la ciencia occidental, después de años de pruebas y estudios, un fenómeno que a Terena le resulta frustrante.
“Creo que la gente tiene que decolonizar su mente y entender de qué hablamos cuando hablamos de ciencia indígena”, dice. “No necesito que la ciencia occidental me pruebe que el ave que canta en la noche me está diciendo que va a llover mañana. Esto lo sabemos. No está en el laboratorio, es conocimiento ancestral.”
Llevó esa misma energía por la ciencia indígena y la necesidad de decolonizar las mentes hasta las Conferencias de Clima de la ONU, conocidas como la Conferencia de las Partes o COP, donde habló en nombre de la Nación Terena y otras comunidades indígenas.
Si no estamos sentados a la mesa cenando juntos, entonces somos el plato principal.
COP y la comunidad internacional
Aunque ahora es una representante experimentada en escenarios internacionales, la primera COP de Terena no fue nada fácil; de hecho, empezó entre lágrimas.
“Cuando fui a la COP por primera vez, me sentí muy decepcionada. Me rompió el corazón, porque era muy optimista. Pensé, ‘voy a una conferencia donde vamos a hablar de soluciones al cambio climático’. Pobre de mí, tan ingenua”, cuenta.
Explica: “fui y vi que la gente negocia con nuestros derechos, negocia con la tierra, y ni siquiera hablan en serio de evitar el cambio climático. Recuerdo que lloré, no quería volver a ese lugar.”
Pero lo hizo. Volvió al año siguiente y asistió a varias conferencias internacionales después de eso, usando su voz, su conocimiento antropológico, su pasión por los derechos de las mujeres y la ciencia indígena que defiende con todo su corazón para seguir exigiendo un cambio a nivel global. ¿Por qué? Todo gracias al consejo de una mentora mayor de otro país, que la vio llorando ese día.
“Ella vino y me dijo: ‘no llores, sobrina, es difícil, pero no puedes rendirte. Esta conferencia es como una cena: si no te sientas a la mesa con los demás, te conviertes en el menú.’”
Y así, se levantó y continuó. Terena, que valora la unidad a través de la diversidad, llegó a adorar conocer a personas de tantas naciones distintas, todas reunidas por la misma causa en estos encuentros globales.
Taily Terena se pinta el rostro antes de un evento anual con su comunidad indígena en Brasil, 2025.
Belleza en la diversidad
“Me encantan nuestras diferencias”, dice. “Me parece hermoso. Esa idea de monocultura o de un solo dios, no estoy de acuerdo. No, no, no. La diversidad nos hace únicos y hermosos. El mundo es como un rompecabezas: las piezas no pueden ser iguales si queremos que todo encaje.”
Ella se levanta como una abeja incansable, cuyo canto ha cruzado fronteras, abriendo caminos para que las generaciones jóvenes se unan y sigan la lucha. Y aunque ahora pone su mirada en levantar a la juventud, su corazón está lleno de gratitud por los ancianos y antepasados que la precedieron.
A ellos les dice: “gracias por todo lo que han invertido en mí. Por todas las historias, los momentos, la guía y por no rendirse conmigo. Aquí estoy. Voy a seguir compartiendo este conocimiento y me aseguraré de que nuestras futuras generaciones sepan quiénes somos.”


