Una noche, Heidi Robertson se despertó con ataques de tos tan frecuentes que no podía respirar. La presión intensa en su abdomen causada por los espasmos incluso le impidió controlar su vejiga.
“Estaba tan llena de moretones. Me dolía cada músculo de mi cuerpo”, le dijo a Global Citizen.
Después de casi 15 minutos de tos dolorosa, Robertson vomitó, lo que terminó con el ataque de tos y le permitió volver a dormir. Horas más tarde, se despertó y todo sucedió de nuevo. La tos era tan intensa, que se le reventaron los vasos sanguíneos de alrededor de sus ojos.
Cuando desarrolló la tos inicialmente, Robertson no le dio importancia. Conforme empeoraba, una amiga la animó para que se hiciera una prueba de tos ferina, también conocida como tos convulsa, una enfermedad respiratoria bastante contagiosa que puede prevenirse a través de una vacuna. Era 2008 y Robertson, quien estaba en su tercer trimestre de embarazo en ese momento, creía que contaba con todas las vacunas. Así que cuando dio positivo se aterrorizó.
“Pensé, '¿Qué pasa si doy a luz a este bebé algunas semanas antes y aún tengo la infección?' Porque los bebés recién nacidos no pueden enfrentarla como un adulto. Apenas si podía yo lidiar con ella”, afirmó.
Heidi Robertson works in her office at home in New South Whales, Australia, Nov. 24, 2020.
Heidi Robertson works in her office at home in New South Whales, Australia, Nov. 24, 2020.
Si bien la complicación más común entre los bebés que contraen tos ferina es la neumonía, también puede causar daño cerebral y puede ser mortal.
Aunque Robertson había sido vacunada contra la tos ferina antes, no era conciente de que necesitaba un refuerzo, el cual es una dosis adicional de una vacuna administrada previamente que refuerza la inmunidad y que se recomienda cada 10 años. Robertson, quien trabajó durante una década como paramédica de ambulancia en Australia y quien ha viajado por todo el mundo como parte del equipo médico del reality show televisivo Survivor, se aisló inmediatamente, preocupada de que podía contagiar a su esposo y a su niño de 18 meses de edad, a quien cuidaba.
“Parece que se queda contigo durante mucho tiempo. Fue un momento intenso y no podía ver el final cerca”, afirmó. “Pienso que la enfermedad contribuyó a la depresión pre y posnatal que tuve… me sentía agotada, culpable y enojada”.
Después de cuatro semanas, Robertson ya no tenía la infección, pero seguía enfrentando los efectos incluyendo los ataques de tos y un sistema respiratorio debilitado. Se sintió aliviada cuando dio a luz a un niño sano que no contrajo tos ferina.
En aquel entonces, Robertson no se dio cuenta que probablemente se infectó a causa de los índices bajos de vacunación debido al movimiento antivacunación creciente en New South Wales.
Un día cuando dejó a su niño en preescolar, otra madre le comentó que su niña había contraído paperas.
“Me dije, ‘¿Cómo se contagia una niña de paperas? Debería haber estado vacunada’. Su mamá solo me miró y dijo, ‘No, no nos vacunamos y se fue’”. Robertson se quedó desconcertada. “Comencé a googlear, a buscar sobre todas estas cosas y pensé, ‘¡Dios mío, me mudé a este lugar donde la gente piensa que está bien no vacunarse’”.
Signs are pictured on a building in Mullumbimby, New South Wales, Australia. In Mullumbimby, childhood vaccination rates are approximately 50% — meaning 1 out of every 2 children is not fully immunized.
Signs are pictured on a building in Mullumbimby, New South Wales, Australia. In Mullumbimby, childhood vaccination rates are approximately 50% — meaning 1 out of every 2 children is not fully immunized.
La familia de Robertson se había mudado recientemente a las colinas de Byron Bay, el punto más al este de Australia y un destino turístico. A diez minutos de su casa está Mullumbimby, una localidad conocida por su estilo de vida alternativo y por ser un centro antivacunación.
“Piensan que el aire fresco, el sol y la comida orgánica son suficientes para luchar contra las enfermedades, lo que es básicamente una falsedad. Un estilo de vida no produce los anticuerpos”, afirmó Robertson.
Si bien el apoyo a las vacunas en general sigue siendo amplio, un movimiento pequeño, pero en aumento de personas que se oponen a las vacunas debido a los riesgos de salud, la tendencia hacia las medicinas alternativas y las teorías de conspiración continúan sembrando el miedo. Aunque aquellos que están contra las vacunas, también conocidos como anti-vaxxers, se oponen férreamente a ellas; otros, que son “renuentes a la vacunación”, tienen sus dudas sobre éstas y probablemente están abiertos a las vacunas siempre y cuando sean seguras y suministradas con evidencia médica.
En Mullumbimby, los índices de vacunación son de 50% aproximadamente, lo que significa que 1 de cada 2 niños no está totalmente inmunizado, comparado con los índices nacionales de más de 90% en Australia.
“Estaba enojada porque había tantos padres a mi alrededor que creían que no tenían que vacunarse”, afirma la madre de dos niños. “Pensé en que yo y mi recién nacido [podríamos haber pagado] el precio por esto”.
Robertson se topó con grupos de Facebook donde los padres discutían sobre la vacunación. No pasó mucho tiempo antes de que los grupos consumieran su atención, impresionada ante la filosofía contra la vacunación e interactuando con la gente en línea.
“Se volvió una gran obsesión y tuve que dejarlo por mi propio bienestar. Pasaba horas al día haciendo eso. Un enojo intenso me motivaba y de verdad quería cambiar la mentalidad de todos”, explicó.
Los encuentros que ha tenido con los anti-vacunas han sido desagradables, aunque Robertson afirma que ha desarrollado un caparazón. Una vez, en Mullumbimby, mientras Robertson era entrevistada en la televisión acerca de las vacunas, un transeúnte que escuchó la conversación por casualidad hasta llegó a escupirla.
Con el tiempo, comenzó a canalizar sus esfuerzos de manera más estratégica. Actualmente, Robertson es la administradora de los Northern Rivers Vaccination Supporters. El grupo de voluntarios, fundado por sí mismo, interactúa con padres que tienen dudas sobre las vacunas y difunde información precisa sobre éstas en su sitio web, el cual está aprobado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Heidi Robertson works on the Northern Rivers Vaccination Supporters group, at home in her office in New South Whales, Australia.
Heidi Robertson works on the Northern Rivers Vaccination Supporters group, at home in her office in New South Whales, Australia.
“No vamos detrás de los anti-vaxxers porque sabemos que no podemos cambiar su mentalidad. Una vez que se aferran a esa ideología, no puedes hablarles abiertamente del tema”, afirmó Robertson.
Los Northern Rivers Vaccination Supporters también cuentan con un grupo privado en Facebook al cual la gente no puede unirse al menos que un miembro actual del grupo la avale y la invite, para procurar un espacio seguro para los padres del grupo que han perdido sus hijos a causa de enfermedades prevenibles como la tos ferina y la polio.
Robertson, quien se siente culpable por haber dado positivo en la prueba de tos ferina, afirma que esto la condujo a convertirse en una defensora.
“Quiero tratar y hacer enmiendas por lo que hice”, afirmó. “Pude haber causado mucho daño sin saberlo”.
Heidi Robertson poses for a portrait at her home in New South Wales, Australia on Nov. 24, 2020.
Heidi Robertson poses for a portrait at her home in New South Wales, Australia on Nov. 24, 2020.
Si 2020 nos ha enseñado algo acerca de la salud global, es la importancia de las vacunas. World's Best Shot es una serie de perfiles dedicados a compartir las historias de los activistas a favor de las vacunas en el mundo.
Esta serie de artículos ha sido posible con el financiamiento de la Bill and Melinda Gates Foundation. Cada artículo fue producido con plena independencia editorial.
Traducción: Adam Critchley