Por Will Worley

CUCUTA, Colombia - Yackeisy Uzcategui salió de Venezuela en 2017 con su esposo y cuatro hijos para Colombia en busca de comida. Pero el hambre los ha seguido hasta el barrio marginal donde se establecieron en las afueras de Cúcuta, cerca de la frontera con Venezuela.

"Si no tenemos trabajo, no tenemos comida", dijo Uzcategui a News Deeply. "Hoy comimos huesos de pato con nuestro arroz y frijoles. Le preguntamos a nuestro vecino por ellos, le dijimos que era para el perro".


En Venezuela, un país que depende del petróleo, el declive global en los precios del crudo hace cinco años ha provocado un colapso económico. La asistencia gubernamental está desapareciendo, la violencia está aumentando, la inflación se ha desenfrenado, y los precios se disparan, incluso para los alimentos básicos.

La situación también ha estimulado la mayor crisis migratoria en el Hemisferio Occidental. Luego de un fuerte salto en la segunda mitad de 2017, la vecina Colombia ha registrado al menos 660,000 migrantes venezolanos, aunque los expertos creen que podría haber hasta un millón en el país. Y de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), el 90% de los migrantes que llegan a Colombia dijeron que se fueron de casa porque no podían obtener lo suficiente para comer.

El problema es que la mayoría no encuentra alivio en Colombia. Es difícil encontrar trabajo para muchos venezolanos, particularmente aquellos sin documentación, y la pobreza es cada vez más común. Los expertos están luchando incluso para cuantificar la magnitud de la desnutrición con la que están lidiando, y para establecer programas que puedan comenzar a abordarla. Pero esos problemas se ven agravados por la situación política en Colombia, donde los funcionarios están lidiando con diferentes prioridades.

"Necesitamos una respuesta de seguridad alimentaria en Colombia para esta crisis de desplazamiento", dijo Jozef Merkx, representante en el país del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

REUBICACIÓN RÁPIDA

En medio de la crisis de Venezuela, los expertos han advertido que la muerte de al menos cinco niños por semana podría estar relacionada con la desnutrición y 1,3 millones de personas están desnutridas. Esto ha impulsado un éxodo del país.

Las estimaciones varían, pero el sociólogo Tomás Páez de la Universidad Central de Venezuela cree que más de un millón de venezolanos han emigrado en los últimos dos años. El ACNUR informa que 800 personas huyen diariamente a Brasil. Pero la mayoría viaja al suroeste de Colombia.

A pesar del alto número de migrantes venezolanos en Colombia, la malnutrición entre la comunidad aún no está cuantificada. Y no ha habido una respuesta global coordinada, en un marcado contraste con otras emergencias humanitarias. No se han realizado evaluaciones de la circunferencia del brazo medio superior (su sigla en inglés es MUAC), una forma estándar de detección de la desnutrición moderada (MAM) y la desnutrición aguda grave (SAM) en los niños. Deborah Hines, la representante de país para el PMA, dijo que no hay tasas de malnutrición aguda global disponibles, que sirvan como datos comparativos a seguir, para la salud de la comunidad en general que ayuden a guiar una respuesta humanitaria.

El alcance de los datos más relevantes es una encuesta del PMA a los migrantes venezolanos. Se registraron niveles muy altos de "seguridad alimentaria en riesgo" en tres departamentos fronterizos, junto con la presencia de más del 20% de inseguridad alimentaria "moderada" y la presencia de inseguridad alimentaria "severa".


Parte del problema surge con la rapidez en la que se dispersan los recién llegados. Cerca de la frontera en Villa del Rosario, Jessica Domínguez y su hija de 5 años, Evangelie, terminan su última comida del día en la cocina La Divina Providencia, dirigida por la organización católica de ayuda Caritas. Domínguez cruzó a Colombia desde Venezuela en diciembre pasado y es una de las pocas que ha permanecido en la frontera desde entonces.

"La única oportunidad que tenemos para comer está aquí", dijo Domínguez, quien trabaja de manera informal vendiendo piruletas. "El dinero que nos deja la venta de caramelos no es suficiente para comprar comida, solo alcanza para cubrir los costos de la habitación en la que nos quedamos".

Alrededor de 1,000 personas por día vienen a La Divina Providencia para desayunar y almorzar, según Paula Villamicar, quien es la coordinadora. Prácticamente todos son venezolanos, dijo, aunque muchos no se quedan por mucho tiempo. El trabajo es escaso en Cúcuta, y los inmigrantes indocumentados no pueden ser empleados legalmente. Los voluntarios explican que los venezolanos son vulnerables a la explotación e incluso al reclutamiento forzado por parte de los grupos guerrilleros armados que acechan en la zona. Las redadas de deportación también implican que los migrantes vulnerables eviten darse a conocer a las autoridades.

"Están muy dispersos", dice Merkx. "No es que hayan venido solo a una provincia, están por todos lados, donde sea más fácil para ellos pasar desapercibidos".

Los funcionarios esperan que un programa nacional de registro que comienza este mes pueda darles una mejor idea de la situación de los migrantes venezolanos en Colombia, incluido su estado nutricional. Pero debido a que están tan dispersos, algunos expertos se muestran escépticos de poder capturar la magnitud de sus necesidades.

CRISIS POLITICAS

La situación política en Colombia ofrece una barrera adicional para poder recopilar datos sobre desnutrición y para organizar una respuesta.

El gobierno del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, ha priorizado la implementación de los acuerdos de paz de 2016 con el grupo rebelde Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Pero un inesperado aumento en la violencia de otros grupos guerrilleros junto con la afluencia de inmigrantes venezolanos a fines del año pasado parece haber tomado por sorpresa a las autoridades y desbordado al gobierno de Santos.

"El estado colombiano tiene muchos problemas diferentes: guerrilleros, repatriados colombianos, corrupción, implementación de los acuerdos de paz", dice monseñor Héctor Fabio Henao, director de Caritas Colombia, que ha estado ejecutando programas de ayuda para inmigrantes venezolanos. "Estos programas necesitan de mucha energía y dinero".

Ocurre que los programas que estaban ayudando a los inmigrantes ahora se están quedando sin recursos. A solo cinco minutos en coche del humilde hogar de Yackeisy Uzcategui, una cocina comunitaria está cerrada y sin usar. Solía ​​alimentar a 200 personas por día, antes de que la organización que lo llevaba adelante se quede sin dinero.

Sin embargo, pronto podría llegar más ayuda. La semana pasada, el PMA declaróuna "emergencia de segundo nivel", que requiere apoyo regional, y aprobó un plan para revisar su presupuesto nacional y "garantizar asistencia alimentaria y nutricional inmediata para salvar las vidas" de 350,000 personas. Estas actividades se implementarán en los centros de tránsito, así como también entre las comunidades más vulnerables. Y habrá una expansión de emergencia de los programas de alimentación escolar.

Pero, incluso si estos programas no se implementan en Cúcuta, Uzcategui no planea regresar a su hogar. "Al menos aquí hay una posibilidad de obtener dinero, trabajo y comida", dijo. "En Venezuela, esa posibilidad no existe”.

"He visitado varios de estos centros y no tienen suficientes recursos", dijo Hines del PFP a News Deeply. Y reconoce que hay una brecha de financiación, en parte debido a las restricciones presupuestarias del gobierno local.

Este artículo fue originalmente publicado en Malnutrition Deeply. Puedes encontrar el original aquí.

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