Por Thin Lei Win

Traducción: Erica Sánchez

RIOHACHA, Colombia, 24 de julio (Fundación Thomson Reuters) - Es media mañana y la cocina comunitaria Ranchería en el norte de Colombia ya está llena de familias que hacen cola para obtener una comida gratis de pasta con pollo, pan y jugo de guayaba.

Cientos de migrantes venezolanos dependen de la cocina de la comunidad para sobrevivir, entre ellos Marbellis Atencia, de 39 años, que viene aquí todos los días con sus tres hijos.

Pero un déficit de financiamiento amenaza su futuro, incluso mientras continúa el desesperado éxodo de los venezolanos hacia la frontera.

"No había comida en Venezuela", dijo Atencia, que ha estado buscando trabajo desde que su familia llegó a Colombia hace casi un año.

"Cuando trato de encontrar un trabajo, me preguntan si soy de Venezuela. Y si respondo que sí, me dicen: 'No, entonces vienes a robar nuestros trabajos'", le dice esta ex ama de llaves a la Fundación Thomson Reuters. 

Este tipo de servicios se necesitan con desesperación: las 18 cocinas comunitarias que opera el Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas en la región de La Guajira, que limita con Venezuela, ya alimentaron a casi 100,000 migrantes en junio.

La agencia ha calculado que necesita $76 millones solamente en lo que resta de 2019 para responder a la crisis migratoria venezolana en Colombia, pero enfrenta una brecha financiera de $35 millones.


El director del país, Carlo Scaramella, le dijo a la Fundación Thomson Reuters que a medida que crecen las demandas de sus servicios, el PMA podría verse obligado a reducir las raciones, ayudar a menos personas, o ambas cosas.

"El apoyo de los donantes seguirá siendo fundamental para garantizar que el PMA pueda continuar brindando asistencia a gran escala a los migrantes más vulnerables y las comunidades locales durante la segunda parte del año y hasta 2020", dijo.

'Emergencia prolongada'

El colapso económico de Venezuela ha desencadenado la mayor crisis migratoria en la historia reciente de América del Sur, con 4 millones de personas que dejan el país.

El déficit de fondos también está afectando a otros países de América Latina que acogen a migrantes y refugiados venezolanos.

En diciembre de 2018, un llamamiento dirigido por la ONU por casi 100 agencias de ayuda solicitó $738 millones para ayudar a los venezolanos que huían, pero se ha financiado menos de una cuarta parte.

Sin embargo, según los datos del gobierno, Colombia se ha llevado la mayor proporción, con 1,3 millones de migrantes asentándose allí.

"Colombia ha sido extremadamente generosa. Pero la situación puede volverse más compleja y estresante si los recursos no están disponibles", dijo Scaramella, del PMA, y calificó la situación como "el comienzo de una emergencia prolongada".

En toda Colombia, los migrantes venezolanos se pueden ver en las esquinas de las calles y en los semáforos, pidiendo trabajo o pidiendo limosna.

Muchos explican que huyeron de la crisis económica y política en su país de origen solo para encontrarse viviendo de ayuda externa.

Los trabajadores humanitarios señalaron que la crisis llegó en un momento difícil para Colombia, que firmó un acuerdo de paz con los rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en 2016 después de medio siglo de enfrentamientos.

Alan Bojanic, representante en Colombia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), dijo que el país necesita una financiación sustancial.

"Para un país que todavía está tratando de resolver los problemas de la guerra, como los 7.8 millones de personas que fueron desplazadas dentro de Colombia debido a la violencia, tener esto encima es un escenario complicado", dijo.

El ministro de Relaciones Exteriores de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, prometió que su país no cerrará sus puertas, pero solicitó ayuda internacional debido a que sus sistemas de salud y educación están bajo presión.

La cocina comunitaria proporciona además consejos de sanidad, salud y nutrición, y ayuda para las mujeres embarazadas y lactantes, así como con comidas. La monitora de campo del PMA, Irma Díaz, que trabaja allí, habló de la "desesperación" de las mujeres embarazadas que conoce.

"Ellos no saben a dónde ir. Así que los acompañamos a los médicos y los reorientamos hacia el sistema de salud", dijo, recordando a una mujer que dio a luz una semana después de su llegada.

Atencia dijo que todavía desea volver a Venezuela en caso de poder hacerlo, aunque es poco probable que eso ocurra pronto. Su madre, que acaba de llegar de su ciudad natal, Maracaibo, le dijo que allí no hay electricidad ni servicios públicos.

Phil Gunson, analista senior para la región de los Andes con el International Crisis Group, dijo que Colombia ha sido "lo más complaciente que podía ser" con los migrantes.

Pero explicó que el país no tiene los recursos para lidiar con una afluencia de tal magnitud, advirtiendo que se arriesga a crear una reacción violenta.

"Eso llevará a consecuencias políticas que pueden estar fuera del control de la administración actual, y es muy urgente que se encuentren los recursos para ayudar a Colombia con un problema que no es de su propia creación", dijo.

Mientras tanto, el personal de la cocina de la comunidad de Ranchería dice que aún ven alrededor de 400 recién llegados cada semana.

"Tenemos fondos hasta fin de año pero no creo que esta situación vaya a disminuir o terminar para entonces", dijo el supervisor de WPF.

"Los números son estables y las necesidades no disminuirán".


Más información en www.trust.org

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