Edeline La Fosse tenía que preguntar a sus vecinos si podía usar sus baños o caminar a la letrina al aire libre en el barrio de Quartier-Morin de Cap-Haitien en la costa norte de Haití.

La falta de saneamiento cercano y confiable era una inconveniencia cotidiana. Tenía que dejar de hacer lo que estaba haciendo y caminar distancias largas varias veces al día. También representaba un riesgo para su salud. Después de todo, las enfermedades transmitidas por el agua que se desarrollan en las letrinas pueden filtrarse a los suministros de agua, una posibilidad bien conocida en Haití, que luchó contra un brote del virus del cólera bastante infeccioso durante casi una década. El brote, causado por la falta de saneamiento en el país, mató a más de 10,000 personas.

Para La Fosse, los riesgos de la letrina son evidentes.

“[La letrina] tenía un olor desagradable y cuando llovía el agua inundaba todo y era imposible usarla”, La Fosse afirmó a Sustainable Organic Integrated Livelihoods (SOIL), una organización comunitaria sin fines de lucro que se enfoca en soluciones de saneamiento en Haití.

Actualmente, la familia de La Fosse usa un baño EkoLakay de SOIL, que no utiliza agua porque Haití carece de la infraestructura que se requiere para transportar, recolectar y procesar agua negras. Pero el baño está bien sellado, es seguro y limpio; además de ahorrarle mucho tiempo.

El ingenio del modelo de SOIL es que los beneficios no terminan con La Fosse; la organización tiene un enfoque holístico comunitario que ayuda a luchar contra la pobreza y proteger el planeta. 

Así como SOIL ofrece alternativas de saneamiento seguras y asequibles, también contrata personal local para recolectar y procesar los desechos. Estos trabajos cuentan con salarios competitivos y varios beneficios, incluyendo asistencia médica y planes de retiro. Una vez que los desechos son convertidos en compost, se venden a los agricultores a un precio barato.  





De esta manera, las enfermedades transmitidas por el agua disminuyen, la salud comunitaria incrementa, los agricultores mejoran sus cosechas e ingresos y se genera una actividad económica extendida. El programa incluso ayuda a conservar los recursos del agua escasos: un baño con depósito de agua usa 87,285 litros de agua al año, en un país donde poco más de la mitad de la población tiene acceso al agua potable.

Estos beneficios han sido cruciales especialmente el año pasado. En los últimos meses, el país ha luchado contra la pandemia del COVID-19una crisis de hambre y económica severa, el asesinato del expresidente Jovenel Moïse y el terremoto reciente que mató a 2,200 personas.

La naturaleza holística de su trabajo contribuyó a que el grupo ganara recientemente el Environmental Justice Award de SOIL Solution Search.

“Todo nuestro equipo estaba muy emocionado por el premio”, afirmó Eliza Parish, directora de desarrollo para SOIL, señalando que 86% de los empleados de SOIL son de Haití o residen ahí. “Los últimos meses en Haití han sido desafiantes, así que el premio ha sido un buen estimulo moral”.

SOIL está acostumbrada a operar en épocas de crisis, al haber trabajado durante el terremoto devastador de 2010 que mató a más de 220,000 personas y desplazó a otros 1.6 millones. 

Especialmente en medio de momentos de inestabilidad, las personas necesitan contar con saneamiento confiable, algo en lo que SOIL está trabajando para proveerlo.

En el norte de Haití, en particular en las comunidades que son vulnerables al cambio climático, la población está marginada, subrepresentada y a menudo no cuenta con acceso al baño”, afirmó Parish. “Ahora tenemos 1,500 hogares que están dentro de nuestro servicio, que atiende a aproximadamente 9,000 personas”.

Cultivando el suelo

La Dr. Sasha Kramer llegó a Haití en 2004 como observadora de derechos humanos después del reciente golpe político en el país. Estaba estudiando ecología y pasaba tiempo platicando con los agricultores y trabajadores. Rápidamente se dio cuenta que la gente carecía de protecciones sociales básicas: acceso a agua, saneamiento, alimentos, seguridad, entre otras cosas; un resultado directo de siglos de violencia colonial padecida por la pequeña nación isleña.

“Se dio cuenta que uno de los problemas más grandes que impactaba los derechos humanos en Haití era la pobreza, así que realmente estaba determinada a pensar en formas de usar su formación científica para abordar el problema de una manera holística”, afirmó Parish. 

“Después de muchas conversaciones con la comunidad, el saneamiento se volvió el tema predominante”, añadió. “Así que se interesó en buscar maneras para reciclar los nutrientes en los desechos humanos y luego regresarlos a la tierra que está gravemente empobrecida”. 

Kramer quería concebir una idea que funcionara para las comunidades, dada la pobreza profunda de la mayoría de las personas, la falta de infraestructura para sistemas tradicionales de alcantarillado y la negligencia del gobierno en curso. También deseaba incorporar la agricultura. 

Convertir los desechos humanos en compost, pensó, podría proveer al mismo tiempo servicios de saneamiento, generar oportunidades económicas y mejorar la salud del suelo bastante degradado del país. 

Una brecha mayor




La historia de Edeline La Fosse no es única. De los 11.26 millones de personas que viven en Haití, menos de una tercera parte cuenta con acceso al saneamiento básico, como un baño en casa. Lo que significa que más de 7 millones de personas defecan regularmente en letrinas al aire libre, incluyendo 3.3 millones de personas que viven en áreas urbanas densas. En todo el mundo, 2 mil millones de personas carecen de acceso al saneamiento de calidad. 

No solo las letrinas comunitarias son un riesgo para la salud de las personas, también lo es el problema mayor de la falta de infraestructura para el tratamiento de aguas negras. En general, menos de 1% de los desechos es tratado en el país. El resto es vertido en canales, zanjas y hoyos, contaminando tanto el suelo como las vías fluviales. 

La pobreza desenfrenada que afecta a 60% de haitianos empeora este problema. Ya que las familias con frecuencia no pueden comprar comida de calidad, sus sistemas inmunes se debilitan, exponiéndolos más a las enfermedades transmitidas por el agua. Esta misma falta de recursos posteriormente dificulta costear la asistencia médica.

SOIL trata de llegar a la raíz de estos problemas. 

“El año pasado procesamos 500 toneladas métricas de desechos”, afirmó Parish. “Lo que significa que 500 toneladas de desechos hubieran termina de otro modo en el medio ambiente y contaminado los recursos del agua”.

En su lugar, los desechos están alimentando la tierra. 

“Tenemos un rango amplio de individuos que compran la compost, desde agricultores hasta jardineros urbanos e iniciativas de siembra comunitaria”, afirmó. “Tenemos una organización más grande que compra la compost para iniciativas de reforestación. Es interesante ver los diferentes usos de la compost y cómo regresa a la tierra de diversas maneras”.

En la próxima década, SOIL quiere ayudar a 15% del país con su solución basada en el recipiente. Ahora mismo, 1,500 clientes pagan una pequeña tarifa mensual por el servicio. Conforme más personas se inscriban después de ver los beneficios, la organización podrá abrir mas instalaciones para producir compost y ampliar su equipo.

También quiere formar parte de un cambio en el manejo de desechos a una escala mayor en el país, que se enfoca primero y ante todo en las comunidades. 

“No creo que exista una solución única para todo”, afirmó Parish. “No preveo que el alcantarillado vaya a llegar en un futuro inmediato, porque muchas ciudades son costeras. Debemos pensar de una manera más creativa sobre nuestras opciones de saneamiento para estos lugares”.

La creatividad no es algo que le falte a SOIL. La organización recientemente implementó un nuevo esquema para incrementar los ingresos: permite que la larva de las moscas de la tierra negra deshaga los desechos. Cuando la larva comienza a arrastrarse, pero antes de que se vuelva mosca, es seleccionada y luego vendida como comida nutritiva para pollos. 

SOIL ha demostrado que la tecnología innovadora no siempre es la solución a los retos de antaño. Con mayor frecuencia lo que importa es dar a las comunidades los recursos que necesitan para mejorar sus vidas.  



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