Hace dos años, tuve una increíble y reveladora experiencia. Estaba trabajando con varios grupos de refugiados en Salt Lake City, Utah, y en el trsnacurso de un año constantemente me impresionó y sorprendió su perseverancia y fortaleza.

Se podría pensar que las luchas que enfrentan los refugiados terminarían una vez llegados a la Tierra de los libres, ¿no es cierto? Eso era lo que yo creía. Y lo mismo pensaban muchos de los refugiados con los que trabajé. Sin embargo, descubrí que eso está lejos de ser cierto. Los refugiados, y en especial los inmigrantes, enfrentan muchos obstáculos una vez que llegan a nuestras costas. He aquí solo algunos de ellos:

1. Dificultad para hablar inglés y aprender un nuevo idioma

Seamos sinceros: Estados Unidos, mi país, no es conocido por ser una nación multilingüe. Así que imagínense llegar aquí sin poder hablar inglés. Trate de conseguir trabajo, hacer amigos o incluso realizar tareas sencillas como comprar alimentos o llenar formularios.

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Para enfrentar esa situación, muchos refugiados e inmigrantes toman clases de  inglés como segundo idioma (ESL), pero puede ser difícil sacar tiempo entre los trabajos y el cuidado de los niños. Para empezar, es algo especialmente complicado si no sabías leer y escribir en tu lengua materna.

2. Criar niños y ayudarlos a tener éxito en la escuela

Uno de los mayores obstáculos que se presenta, según los padres refugiados e inmigrantes, es criar a sus hijos en una cultura nueva y desconocida. Con frecuencia, los padres descubren que sus hijos son rápidamente "americanizados", lo que puede entrar en contradicción con su propia cultura. Además, los hijos tienden a aprender inglés mucho más rápido que sus padres. Esto genera una dinámica particular entre padres e hijos, y ya se sabe que los hijos, especialmente si son adolescentes, van a usarla a su favor.

En lo que respecta a la escuela, los padres con frecuencia se sienten decepcionados al ver que sus hijos tienen dificultades para seguir el ritmo del resto de la clase; además, muchos padres informan de actos de acoso y discriminación como resultado de las diferencias culturales. A menudo, los niños son asignados a un salón por su edad en lugar de hacerlo por su capacidad, y para los que no pueden hablar inglés, es prácticamente imposible seguir el ritmo de los demás compañeros. Para colmo de males, es posible que los padres no tengan la educación ni las destrezas lingüísticas para ayudar a sus hijos, por lo que es probable que no puedan comunicarse con los docentes para abordar el problema.

3. Conseguir trabajo

Aunque la mayoría de los refugiados e inmigrantes están contentos de aceptar cualquier trabajo que esté disponible cuando entran por primera vez al país, encontrar un trabajo y ascender progresivamente de jerarquía, es muy difícil. Incluso si dejamos de lado a los inmigrantes indocumentados que enfrentan un reto mayor para conseguir trabajo, los problemas para hablar inglés constituyen un obstáculo importante en puestos en los que no cabría esperar ese problema como los de mano de obra barata. Los refugiados e inmigrantes con un alto nivel educativo y que  tenían buenos trabajos en su país, se sienten frustrados al no poder obtener los mismos empleos aquí. Los empleadores suelen preferir la experiencia laboral en EE. UU. Por otra parte, los títulos obtenidos fuera de EUA generalmente no se revalidan automáticamente. Esa es la razón por la cual no es raro que su taxista haya trabajado en su país de origen como profesor o ingeniero.

Además, los refugiados y los inmigrantes son víctimas fáciles de la discriminación y la explotación en el lugar de trabajo. Algunos patronos reconocen la urgencia y desesperación que tienen estos grupos para mantener sus trabajos, por lo que los contratan para realizar las labores menos deseables e incluso peligrosas. Los inmigrantes indocumentados, en especial, suponen que no tienen derechos, mientras que los trabajadores que no hablan inglés son presa fácil.

4. Conseguir una vivienda

No tengo que decirles que es muy difícil conseguir una vivienda segura y asequible. Así que imagínense tratar de tener una vivienda con un trabajo mal remunerado. Por esa razón, las familias numerosas con frecuencia deciden vivir juntas, lo que genera un ambiente estresante y ruidoso que difícilmente es propicio para el estudio o el descanso.

En este caso, los refugiados y los inmigrantes son nuevamente víctimas de la explotación, esta vez de los propietarios de sus viviendas. Por ejemplo, en Utah trabajé con un grupo de refugiados del pueblo karen de Myanmar que se vieron obligados a vivir en apartamentos cuyo propietario sabía que tenían chinches. Una vez que se detectara la presencia de esos insectos, las familias se verían obligadas a pagar un monto elevado para que los eliminaran, y el propietario intentaría cobrarles una suma adicional o amenazarlos con echarlos de sus casas. Como las familias no sabían hablar inglés y no estaban familiarizadas con nuestras leyes, muchas de ellas decidían pagar, a pesar de que se trataba claramente de una estafa.

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5. Acceso a los servicios

Los inmigrantes indocumentados tienen muchas dificultades para acceder a los servicios, fundamentalmente porque tienen miedo de ser deportados. En consecuencia, las personas evitan ir al médico o solicitar servicios como asesoramiento legal aunque los necesiten con urgencia.

Sin embargo, las personas que residen legalmente en el país no necesariamente están a salvo. Las dificultades para hablar inglés, los problemas por faltar al trabajo y el transporte limitado (llegaremos a ese punto luego) son problemas muy reales.

El acceso a ayuda para enfrentar los problemas de salud mental es especialmente difícil. En muchas ocasiones, los refugiados y los inmigrantes han estado expuestos a situaciones de violencia, violación e incluso torturas; sin embargo, es posible que no sepan cómo buscar ayuda. Además, los problemas de salud mental son un tema tabú en muchas culturas, lo que crea una barrera adicional para quienes necesitan asistencia.

La experiencia de los que han tenido éxito en obtener los servicios que requieren suele ser negativa. En Utah, escuché historias de miembros de los cuerpos de seguridad que malinterpretaban la declaración de una víctima debido a las barreras del idioma, y de médicos que, por esa misma razón, diagnosticaban erróneamente a pacientes enfermos.

6. Transporte

Al igual que las barreras lingüísticas, los problemas con el transporte afectan casi todos los aspectos de la vida de refugiados e inmigrantes.

Obtener una licencia de conducir, aunque la persona tenga documentos, es muy difícil por una serie de razones. Por ejemplo, los aspirantes que no hablan inglés requieren la asistencia de traductores que no son fáciles de encontrar. Además de ello, el conductor debe saber leer y escribir para aprobar el examen escrito.

Con un poco de suerte, las familias tendrán un automóvil para compartir entre todos, pero el traslado de los niños hacia y desde la escuela, y el transporte de los adultos hacia y desde su trabajo puede ser un desafío. En muchas ocasiones, los hombres conducen el automóvil, y hacen que las mujeres pidan un aventón a sus amigos o compañeros de trabajo. Como pueden imaginar, el hecho de que tantas personas dependan de un solo vehículo dificulta considerablemente cumplir con compromisos adicionales como las clases de inglés o acudir a las citas médicas.

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¿Y entonces no pueden recurrir al transporte público? Aunque muchos refugiados e inmigrantes dependen del transporte público para trasladarse, puede ser una opción increíblemente atemorizadora para algunos. En Utah, un funcionario del Comité Internacional de Rescate (IRC) con el que trabajé compartió una historia sobre una de sus clientes. La mujer provenía de un caserío rural en el que no había caminos pavimentados ni señales de tráfico. Mi compañero de trabajo se dio cuenta de que debido a las limitaciones de la señora con el inglés, podría necesitar ayuda para averiguar cómo tomar el autobús para llegar a sus citas en el IRC. En la primera cita en IRC acompañó a la mujer hasta las oficinas de esa entidad y regresó con ella a su casa, pero supuso que a partir de ese momento no necesitaría ayuda para ir al lugar. La semana siguiente recibió una llamada de la mujer, llorando y aterrorizada. Como no estaba familiarizada con nuestras calles, nunca había aprendido a cruzar la calle de forma segura ni a leer las señales de tránsito. Por ello, varios autos le tocaron la bocina mientras ella cruzaba ilegalmente la calle. Luego subió al autobús que le correspondía tomar, pero se confundió de parada para bajarse y no supo preguntar. Me puedo imaginar lo aterrador que debe haber sido esa experiencia para ella.

7. Barreras culturales

Al igual que en el caso del transporte y de los problemas para hablar inglés, las barreras culturales también trascienden todos los ámbitos de la vida de los refugiados y los inmigrantes.

Sirva este ejemplo como ilustración. En Utah, un grupo del Movimiento de los Santos de los Últimos Días estaba organizando una caminata de una semana con jóvenes por el desierto. Algunos de los organizadores pensaron que sería una buena idea incluir a jóvenes refugiados, como una forma de integrarlos a la comunidad y ayudarlos a hacerse amigos de algunos de los niños de la localidad. Recuerdo haber escuchado la propuesta y pensé que era una idea maravillosa. Sin embargo, cuando apenas llevaban un día en la caminata, algunos de los niños refugiados se sintieron muy mal. Resultó que la caminata les había recordado el momento en que se vieron obligados a huir de sus hogares. Así, pese a las buenas intenciones del grupo, los niños estaban volviendo a experimentar el trauma que les había tocado vivir. Esto solo muestra cuan fácil es que se presenten este tipo de malentendidos culturales.

A pesar de todos estos desafíos, la gente con la que trabajé se mostró increíblemente fuerte y agradecida por la oportunidad de estar en Estados Unidos. La mayoría de ellos tenían dos deseos fundamentales: lograr que sus hijos triunfaran en la escuela y tener una casa para vivir. Después de todo lo que habían pasado, estaban haciendo lo posible por mantener a flote a sus familias en este lugar nuevo pero atemorizador.

¿Te preguntas qué es lo que puedes hacer por ellos? ¡Es sencillo! Hay muchos refugiados e inmigrantes, especialmente los indocumentados, que se sienten como intrusos, o peor aún, se sienten invisibles. Por lo tanto, si te encuentras con alguien que te diga que es nuevo en el país,  ¡comienza una conversación con esa persona! Supongo que él o ella tendrá algunas historias increíbles para compartir contigo.

Editorial

Exige igualdad

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Por Christina Nuñez