Desde hace mucho tiempo existen debates y opiniones sobre si los periodistas deberían considerarse activistas, y la mayoría de las veces la respuesta es no. Tiene sentido porque, a diferencia de los activistas, los periodistas asumen la responsabilidad extra de asegurarse de que todo sea correcto y considerar todos los puntos de vista de una historia. A ellos se les enseña a investigar y explorar cada ángulo posible antes de presentar la información al público como si entregaran un platillo, y también a dejar de lado sus opiniones personales al momento de reportar. 

Sin embargo, cuando hablamos de derechos humanos y de exponer la opresión, no tiene sentido no ver a los periodistas como activistas. Su trabajo es demasiado esencial para la justicia social como para considerarlos de otra manera. 

“Valiente” es una palabra que se usa mucho para describir a periodistas, especialmente quienes cubren corrupción, conflictos, opresión y violaciones a los derechos humanos. Si piensas en los lugares a los que han ido, en las personas a las que han entrevistado y los peligros que han enfrentado cara a cara, es lógico que esa palabra te venga a la mente. Pero la verdad, es que “valiente” se queda corto para describir lo que hacen y quiénes son, y de hecho, como señala la periodista india Ranaya Ayyub en The Economist, usarla solo pone una excusa para el trato horrible y hasta el asesinato de trabajadores de medios en el mundo. 

No es solamente valentía; más bien, es una dedicación tan profunda hacia la historia que el trabajo se convierte en una extensión de su propia vida. 

En muchos sentidos, reporteros y trabajadores de medios actúan igual que los activistas: utilizan su conocimiento, habilidades y sus plataformas para proteger la verdad y defender los derechos humanos, incluso cuando saben que se están jugando la vida. Y por eso, enfrentan las mismas consecuencias (en la cárcel, bajo amenazas o la muerte) que los activistas. Son defensores de los derechos humanos y deberíamos verlos como una de las llaves más importantes para lograr la justicia social. 

¿Son los periodistas activistas?

“Por la naturaleza de lo que hacemos, en realidad somos activistas”, dijo Louis Thomasi, Director para África de la Federación Internacional de Periodistas, a Global Citizen. “Uno de los roles fundamentales del activista es defenderse de las violaciones de derechos humanos, y eso hacemos nosotros. No podemos ignorar el hecho de que somos activistas.” 

Pensemos en Sam Nzima, quien, en 1976 corrió hacia una lluvia de balas para capturar el momento en que la policía disparaba a los estudiantes en la Sudáfrica del apartheid. Él mismo se puso en la línea de fuego para asegurarse de que la historia sobre la injusticia educativa (lo que hoy se conoce como el Levantamiento de Soweto) fuera contada. 

“Vi a un niño caer... Fui corriendo allí con mi cámara”, contó a la BBC en 2010 describiendo lo que implicó tomar la famosa foto de Hector Pieterson, el niño de 12 años asesinado por las autoridades del apartheid. “Fue un gran riesgo porque tomé esa foto bajo una lluvia de balas”, dijo.

Pensemos en Tawakkol Karman, quien antes de ser “madre de la revolución” o “la dama de la Primavera Árabe”, publicó reportajes sobre abusos de derechos humanos y violencia en Yemen. Aunque recibió amenazas de muerte y fue arrestada varias veces, ella siguió adelante con su activismo, cofundó Women Journalists Without Chains y finalmente lideró protestas en la Primavera Árabe que terminaron produciendo un cambio de liderazgo y un Premio Nobel para la periodista. 

Pensemos en Rafael Marques de Morais, que expuso crímenes contra la humanidad en Angola, sobre todo relacionados con diamantes de sangre, corrupción y brutalidad policial, lo que llevó al gobierno a amenazarlo y buscarlo repetidas veces hasta el punto en que las redacciones dudaban en publicar su trabajo, esto según el libro “African Muckraking: 75 years of Investigative Journalism From Africa.”

Podría darte todavía más ejemplos, pero aquí lo importante es que los reporteros arriesgan su vida y su futuro para reportar el abuso, la opresión y la desigualdad, con la esperanza de que algún día nadie más sufra ese tipo de violaciones. 

En las manos del periodista, manchadas de tinta y llenas de callos, descansa la historia, pero aún más importante, la oportunidad de lograr justicia. Nzima, Karman, de Marques y muchos otros periodistas en el mundo entienden que hay historias que deben contarse para que se dé un cambio positivo, así que se colocan en la primera línea para darles voz a esas realidades. 

Los periodistas son defensores en la primera línea

Matar al periodista no mata la historia. Todo el sentido de esta frase tan conocida (aunque no se sabe quién la dijo primero) es que los periodistas cubren historias que realmente valen la vida. Es igual que los activistas, que están listos para arriesgarlo todo por una causa. Uno de los activistas más famosos del mundo, Nelson Mandela, es un claro ejemplo, porque mostró hasta dónde puede llegar un activista para defender sus creencias. 

En el juicio que llevó a su condena de 27 años en prisión, Mandela dijo: “he atesorado el ideal de una sociedad democrática y libre en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.”

No es nada justo, y debe decirse claramente: ningún periodista debería morir nunca por hacer su trabajo de defender los derechos humanos contando historias. Pero lo cierto es que muchos han muerto por contar sus historias. 

Son muchísimos los que han sido asesinados por tratar de llevar justicia al mundo. Cada año la IFJ publica una lista, “The Killed List”, que muestra cuántos periodistas arriesgan la vida y son asesinados solo por sacar la verdad a la luz. En 2022 había 68 periodistas en esa lista. En 2023, fueron 128


Estos números no deberían estar aumentando. Los periodistas y las historias que cuentan merecen protección y salir a la luz. Ese aumento tan terrible es prueba de que los periodistas están en la primera línea defendiendo lo que es correcto.

Algunos periodistas incluso han tenido que contar sus historias de manera póstuma porque sus artículos son clave para revelar realidades injustas. Por ejemplo, el periodista y editor del Sunday Leader en Sri Lanka, Lasantha Wickrematunge, quien fue asesinado en 2019, tuvo su editorial sobre las violaciones a la libertad de prensa y derechos humanos relacionadas con el conflicto en el país publicado tres días después de su muerte.

Si reconocemos los riesgos que enfrentan todos los días mientras siguen firmes en su misión, es fundamental ver a los periodistas no solo como observadores, sino como verdaderos defensores en la primera línea. Aunque no usan bisturís ni mangueras, sus plumas y cámaras iluminan las heridas y los incendios que hay que atender. Son guardianes de los derechos humanos igual que los activistas, y todos los defensores de los derechos humanos merecen reconocimiento, o al menos protección. En un mundo donde la verdad muchas veces es víctima del poder, los periodistas siguen siendo centinelas incansables de la justicia, luchando sin descanso para exigir responsabilidad a quienes tienen el poder y proteger la dignidad de todos.

Opinion

Combate la pobreza

Ser periodista hoy es peligroso y debemos hablar de ello

Por Khanyi Mlaba