La pandemia de COVID-19 ha dado recientemente un giro devastador en los países de América Latina y el Caribe, ya que las nuevas variantes altamente infecciosas están surgiendo con fuerza en la región, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS). 

En este grave contexto, los organismos de las Naciones Unidas están trabajando para reforzar la salud pública y combatir las consecuencias indirectas de la pandemia, como el aumento del hambre y la pobreza. El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), en particular, está adaptando sus programas y movilizando recursos para apoyar los medios de vida de las comunidades rurales y pobres.

"Realizamos consultas a distancia con los gobiernos con los que trabajamos que nos permitieron identificar las formas en que el FIDA podría contribuir a los esfuerzos para hacer frente a la crisis", dijo Rossana Polastri, directora del FIDA para América Latina y el Caribe. "Nuestros equipos en los países, trabajando mano a mano con las autoridades nacionales, regionales y locales, idearon toda una serie de enfoques y soluciones innovadoras -la mayoría de las veces, ajustando o reorientando proyectos en curso- que ayudaron a la población rural a atravesar un período muy difícil".


En México, que se ha enfrentado a su peor caída económica en casi un siglo debido a la pandemia, el FIDA sigue apoyando programas que han permitido a las comunidades rurales diversificar sus ingresos y al mismo tiempo proteger el medio ambiente local. Estos programas han formado a mujeres y jóvenes en la gestión sostenible de los bosques, la protección de los sistemas de agua y el desarrollo económico.

A lo largo de los años, los proyectos apoyados por el FIDA han invertido alrededor de 530 millones de dólares en México, con más de 252 millones de dólares financiados directamente por el FIDA, ayudando a los agricultores a obtener más ingresos, a adaptarse al cambio climático y a participar en oportunidades de negocios rurales. El impacto positivo de estos programas ha inspirado al gobierno mexicano a comprometer fondos con el FIDA anualmente. Ahora, cuando el FIDA trata de cumplir su objetivo de recaudación de fondos para su próxima serie de programas plurianuales, México tiene la oportunidad de unirse a otros países para aumentar su compromiso. De este modo, se ayudaría a algunas de las comunidades más afectadas por la pandemia del COVID-19 y se contribuiría al esfuerzo de recuperación del país. 

En general, sólo 1 de cada 10 personas ha sido vacunada contra el COVID-19 en América Latina y el Caribe debido al acaparamiento de vacunas por parte de los países de altos ingresos. México ha conseguido vacunar a un porcentaje mayor de sus ciudadanos que otros países de la región, pero no por mucho.

Los programas del FIDA están ayudando a las comunidades de los países cercanos que también se han visto afectadas por el COVID-19.


En Guatemala, el FIDA se unió a otros organismos de las Naciones Unidas para mantener abiertos los programas de alimentación escolar en medio de los cierres en todo el país. Además de evitar que los estudiantes y sus familias pasaran hambre, la iniciativa también proporcionó a los agricultores locales una oportunidad estable de vender sus cosechas en un momento en que los mercados no funcionaban de forma fiable.   

Un camino similar se siguió en El Salvador, donde el Programa Rural Adelante, financiado por el FIDA, trabajó con pequeños agricultores para garantizar que las familias de las zonas rurales recibieran frutas, verduras y productos lácteos.


Los agricultores también se vieron perjudicados por el cierre de los mercados en Colombia, pero el equipo del FIDA ayudó a crear un mercado virtual que conectó a los agricultores con organizaciones comunitarias que pudieron mantener a las familias alimentadas y sus medios de vida intactos. 

En todo el mundo, la pandemia ha puesto de manifiesto las formas en que las economías y los sistemas alimentarios no se ocupan de las comunidades más vulnerables. Todo, desde la forma en que se cultivan y producen los alimentos hasta la forma en que se procesan y entregan, debe ser reimaginado en los próximos años para evitar que el hambre aumente. 

El FIDA está ayudando a liderar esta transformación centrándose en los pequeños agricultores. 

"Por supuesto, las necesidades de los pequeños agricultores, que producen la mayor parte de los alimentos que nos dan la capacidad y la fuerza para seguir con nuestra vida diaria, tienen que estar en el centro de cualquier reforma de nuestros sistemas alimentarios, si queremos que esa reforma sea un éxito", dijo Polastri.

Advocacy

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Por Joe McCarthy