Un anciano indígena navega en silencio su canoa solar por un igarapé, uno de los incontables caminos acuáticos de la selva, una ruta que se reconoce más por la memoria que por el mapa. La vegetación frondosa pinta el agua oscura con su reflejo. El único sonido es el suave golpeteo del agua contra el casco.

Pero cuando el canal se ensancha y la jungla queda atrás, el horizonte revela otra realidad. Ahora, una gigantesca represa de concreto domina el paisaje: una abrupta muralla artificial que mantiene al río prisionero. Desde su cima, enormes torres de transmisión marchan hacia las ciudades distantes y brillantes, llevando la energía robada del río a un mundo que ha dejado a su propia gente en la sombra de la pobreza energética.

Pobreza e inequidad energética

La región amazónica sufre una profunda desigualdad energética. Aunque genera más de una cuarta parte de la electricidad de Brasil, incluyendo el 40% de toda la hidroeléctrica y el 10% de la solar y eólica del país, más de cuatro millones de personas viven desconectadas de la red, y un millón de ellas, incluyendo 78,388 personas indígenas y 2,555 Quilombolas, no cuentan con ninguna fuente confiable de energía.

Los proyectos impuestos desde arriba suelen prometer progreso, pero terminan trayendo devastación, siendo el caso más claro la represa de Belo Monte en Pará. Presentado como energía limpia, el proyecto desalojó a más de 20,000 personas y diezmó el ecosistema del río Xingu al desviar hasta el 80% de su caudal. Esta sequía provocada artificialmente colapsó la pesca local, obligando a las comunidades a cambiar la dieta tradicional de pescado por alimentos procesados, lo que desató una nueva crisis de salud: el aumento de casos de diabetes e hipertensión. Todo esto ocurrió sin el consentimiento libre, previo e informado de los Juruna, Arara y otras personas indígenas y Ribeirinho cuyas vidas quedaron patas arriba.


Por qué la energía limpia liderada por comunidades indígenas y tradicionales importa para todos

Pero el legado destructivo de proyectos como Belo Monte no es la única historia. El verdadero antídoto está en el creciente movimiento por la soberanía energética, un modelo diferente que nace desde abajo, basado en el principio de que las comunidades deben tener el control de su propia energía. Esto es clave en todo el mundo porque los datos no mienten: el cuidado indígena funciona.

Los territorios gestionados por pueblos indígenas tienen tasas de deforestación menos de la mitad que fuera de ellos y funcionan como enormes sumideros de carbono, lo que hace que su protección sea esencial para que Brasil logre sus compromisos climáticos. Los proyectos de energía limpia amplifican este éxito, creando un ciclo: la energía fortalece a las personas que protegen la selva para el mundo entero.

Un salvavidas de luz en la cuenca del Río Xingu

Para el cacique Yapatsiama en la aldea de Pyulaga, en pleno Parque Indígena del Xingu, el ruido de un generador diésel antes era la banda sonora de la ansiedad. La esperanza del poblado, tener luz en la escuela, poder comunicarse con el mundo exterior y, sobre todo, usar los nebulizadores que ayudan a respirar a los niños con problemas respiratorio, dependía de una máquina ruidosa, contaminante y poco confiable.

Esa realidad cambió gracias a un proyecto visionario liderado por el Instituto Socioambiental (ISA). La llegada de paneles solares a Pyulaga reemplazó el estruendo del diésel por el suave zumbido de la posibilidad. Ahora, los equipos médicos funcionan siempre que se necesitan y la escuela se ilumina para las clases nocturnas.

Esta transformación en Pyulaga se está replicando en todo el Xingu, ya que la iniciativa ha llegado a 82 aldeas, llevando energía a 55 escuelas, 22 puestos de salud y mejorando la vida de 6,000 personas. Pero quizás el mayor legado del proyecto es la capacitación de 100 hombres indígenas como técnicos solares. Ahora, no solo mantienen los paneles en funcionamiento: también cuidan la independencia de su comunidad, manteniendo en sus manos el poder y el futuro.


Trazando un rumbo más limpio por los ríos amazónicos

Este movimiento por la soberanía energética no conoce fronteras. En la Amazonía ecuatoriana, el pueblo Achuar está haciendo realidad su visión a través del proyecto Kara Solar. Liderada por la comunidad, una flota creciente de seis canoas solares navega ahora por sus "carreteras ancestrales": los ríos, conectando nueve pueblos remotos tras completar más de 2,000 viajes impulsados solo por el sol.

Estas canoas silenciosas han transformado la vida diaria, llevando niños a la escuela y personas enfermas a los centros de salud. Pero su impacto más grande está en la defensa de la selva. Durante la pandemia, cuando los madereros ilegales invadieron su territorio, las comunidades usaron las canoas solares para patrullajes de vigilancia, logrando la independencia energética necesaria para proteger con éxito su tierra. Con un equipo local de ocho técnicos indígenas al frente de las operaciones y el mantenimiento, están usando esta nueva energía para construir un futuro a su manera, uno limpio, autosuficiente y que cuida la selva para todos los demás.

Y estas historias de cambio resuenan en toda la cuenca amazónica, a medida que las comunidades diseñan soluciones energéticas limpias según sus propias necesidades. En Perú, organizaciones como FECONAU usan energía solar para impulsar redes de comunicación y así defender sus territorios. En Ecuador, la Alianza Ceibo gestiona más de 120 sistemas solares en cuatro pueblos indígenas. En Brasil, proyectos liderados por universidades desarrollan botes solares eléctricos para finalmente silenciar los motores diésel en los ríos. La energía solar también impulsa herramientas de comunicación, para reportar tala ilegal y para que los emprendimientos sustentables funcionen. Cada iniciativa suma a un gran mosaico de autodeterminación, demostrando que el futuro de la Amazonía lo están construyendo sus guardianes más antiguos.


¿Qué puedes hacer como Global Citizen?

La transición hacia un futuro de energía limpia no se trata solo de tecnología: está en juego la justicia y quién tiene el control. Aquí tienes cuatro formas de apoyar a las comunidades indígenas y tradicionales que lideran este cambio:

  1. Dale luz a sus voces. Sigue, comparte y amplifica las historias y demandas de los líderes indígenas. La solidaridad real significa asegurarse de que sus voces sean el centro de la conversación global.
  2. Impulsa sus derechos territoriales. Apoya la demarcación completa y protección de los territorios indígenas. El reconocimiento legal es la clave para que sigan siendo los mejores guardianes de sus tierras y la mejor barrera contra la deforestación.
  3. Impulsa sus proyectos directamente. Apoya el trabajo de las organizaciones que aparecen en este artículo, como el Instituto Socioambiental (ISA) en Brasil y Kara Solaren Ecuador, para enviar fondos directamente a quienes están en la primera línea de la innovación.

En lo más profundo de la Amazonía, está surgiendo una nueva energía. Se siente en el suave zumbido de un motor solar en un río que antes solo conocía el estruendo del diésel, y en la luz constante de una escuela donde antes solo había oscuridad. Este es un verdadero cambio de poder, en todos los sentidos, hacia un modelo basado en la comunidad y la justicia. Demuestra que las comunidades indígenas son quienes realmente están liderando una transición energética más justa, y que al apoyar su autonomía, podemos ayudar a iluminar un camino que inspire al mundo entero.

Editorial

Defiende el planeta

Cómo las comunidades indígenas impulsan un futuro limpio en la Amazonía

Por Gabriel Siqueira