Los gobiernos y las corporaciones suelen presentar nuevos yacimientos de petróleo como promesas de desarrollo y una mejor calidad de vida para las poblaciones locales, e incluso como una forma de financiar la transición energética.

Pero mientras el planeta enfrenta una crisis climática cada vez mayor, científicos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y quienes poseen conocimientos tradicionales siguen advirtiendo sobre los impactos del uso de combustibles fósiles. Aun así, en algunas zonas, la industria continúa expandiéndose, incluyendo en la región amazónica, que ahora es vista como una nueva frontera para la exploración petrolera.

Desde 2022, el 25% de las nuevas reservas petroleras del mundo se han identificado en la Amazonía, lo que equivale a 5.300 millones de barriles. Muchas de estas reservas se encuentran dentro de territorios indígenas o tradicionales, amenazando tanto sus formas de vida como el futuro del planeta.

Riesgo versus recompensa

Las zonas de extracción de petróleo y gas pueden causar daños enormes al entorno, especialmente cuando se ubican en áreas sensibles como la selva amazónica, uno de los últimos y mejores escudos naturales que tenemos en la lucha contra la crisis climática.

En marzo, una fuga en un oleoducto en Ecuador contaminó cinco ríos, afectando el agua de medio millón de personas. En 2019, un derrame de un buque petrolero en la costa noreste de Brasil provocó daños irreversibles en los manglares, que son ecosistemas llenos de biodiversidad y de los sumideros de carbono más eficientes de los trópicos. La exploración petrolera en la desembocadura del río Amazonas hoy representa una amenaza parecida para una región megadiversa llena de manglares, así como para los Pueblos Indígenas y comunidades que habitan y protegen estos ecosistemas.


En Brasil, las enormes sumas generadas por el petróleo rara vez se traducen en verdaderos avances sociales o ambientales. En 2024, solo el 0.16% de los ingresos nacionales del petróleo se destinó a iniciativas climáticas y ambientales. Además, la riqueza petrolera sigue muy concentrada en apenas unos pocos municipios, profundizando las desigualdades regionales. Por una disputa legal vigente sobre la distribución de regalías, una parte importante de estos ingresos no puede invertirse en servicios públicos como salud y educación, dejando claro cómo este dinero, supuesto motor de transformación, en realidad no apoya un desarrollo genuino ni inclusivo.

En junio de 2025, salieron a subasta 172 bloques de petróleo y gas en Brasil, el país anfitrión de la conferencia climática de la ONU 2025, la COP30. Cuarenta y siete de esos bloques estaban en la cuenca de la desembocadura del Amazonas, un área de la mitad del tamaño de Bélgica y donde está Belém, la ciudad anfitriona de la COP30. Se vendieron diecinueve bloques.

Rechazando la subasta, que no obtuvo el Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI) de los Pueblos Indígenas, el Consejo de Jefes de Oiapoque, que representa a 36 aldeas y más de 5.000 indígenas, envió una carta a los gobiernos federal y estatal diciendo no al petróleo. El CLPI es un protocolo de consulta requerido antes de cualquier gran proyecto en territorios indígenas o de comunidades locales, y es obligatorio para países que han firmado el Convenio 169 de la OIT, entre ellos Brasil.

En Silves, en el estado de Amazonas, el pueblo Mura también protestó durante la subasta en el campo Azulão, operado por Eneva, en solidaridad con Oiapoque. Desde 2020, resisten la extracción de gas en el Complejo Azulão y, en mayo de 2025, un tribunal federal ordenó la suspensión inmediata de las actividades en pozos que se superponen con sus tierras indígenas. Como dijo el Cacique Jonas Mura en una entrevista después de la protesta: traer esa masa podrida y contaminante de las profundidades es traer todo lo malo a nuestros territorios. ¡La Amazonía debe estar libre de petróleo y gas!”

Resistencia indígena al petróleo

Pero este escenario no es nuevo, y para nada debe quitarnos la fuerza. La resistencia contra la industria petrolera lleva décadas y los pueblos indígenas han logrado victorias clave.

En la edición de este año del Campamento Tierra Libre (ATL), la mayor movilización indígena anual de Brasil, se lanzó el manifiesto “Somos la Respuesta”. Líderes indígenas lo dejaron muy claro: “la explotación de combustibles fósiles impacta directamente a nuestros Pueblos Indígenas, comunidades Quilombolas, poblaciones tradicionales y a la propia Madre Tierra. La respuesta para la crisis climática necesita una transición energética justa y sostenible”.

Organizado por la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), el ATL se realiza cada abril y este año llegó a su 20ª edición, reuniendo a cientos de pueblos de Brasil y de toda la Panamazonía. Allí, los guardianes del bosque llevaron sus demandas territoriales al gobierno brasileño, a la presidencia de la COP30 y a la comunidad internacional.

En Ecuador, el pueblo Waorani se moviliza activamente para proteger su territorio y poner fin a la extracción petrolera en el Parque Nacional Yasuní. En agosto de 2024, celebraron una Cumbre Internacional para exigir que se respete el resultado del referéndum nacional, donde el 58,95% de las personas en Ecuador votaron por detener la extracción petrolera en Yasuní, hogar de los pueblos Waorani, Tagaeri y Taromenane, estos últimos en aislamiento voluntario. También exigen que haya reparación total por los daños ambientales, territoriales y espirituales sufridos. Crearon la plataforma Wao Yasuní para financiar directamente sus acciones de protección y han presentado sus propuestas en la Convención sobre Biodiversidad de la ONU y en otros foros de gobernanza global.

La resistencia territorial es acción climática global

Mucho antes de llegar a espacios de gobernanza climática, los Pueblos Indígenas ya advertían sobre los peligros del extractivismo. Patricia Gualinga, lideresa kichwa del territorio Sarayaku en Ecuador, contó a Global Citizen:

“La visión de los pueblos indígenas era mantener el equilibrio y preservar. En ese contexto, decidimos que no habría actividad extractiva en nuestro territorio: las petroleras jamás entrarán, las mineras jamás entrarán y no destruirán nuestro espacio. No es una locura que los Pueblos Indígenas se opongan a la extracción; se oponen porque trae destrucción. Y no solo destrucción del territorio, sino destrucción del planeta, de la vida misma”.

En los 2000, el pueblo Sarayaku frenó la instalación de la petrolera argentina CGC, que tenía una concesión que cubría el 65% de su territorio. En 2012, ganaron un fallo histórico contra el Estado ecuatoriano, que fue hallado responsable de no cumplir con la consulta libre, previa e informada.

Lo que podemos aprender de estos pueblos es un llamado a actuar con fuerza. Patricia Gualinga además nos recuerda: “Yo digo: mi gente suma 1,350 personas. Si un solo grupo de personas logró marcar la diferencia e inspirar a otros, ¿imagina lo que todos ustedes pueden hacer? Se trata solo de atreverse, de no quedarse en la zona de confort, de no pensar “¿qué podría hacer yo? Solo soy una persona común.” Yo creo que todos podemos hacerlo. Y es responsabilidad de todos.” Sus palabras nos recuerdan con fuerza que las acciones locales y lideradas por la comunidad —nacidas del amor por la Tierra y la vida— pueden crecer hasta lograr una transformación global.

Hojas de Ruta Fossil-Free para el Futuro

En Ecuador, el pueblo Waorani ofrece una alternativa concreta a la extracción de combustibles fósiles a través de su Plan de Acción por Yasuní. Incluye desmontar la infraestructura petrolera, restaurar los ecosistemas dañados, capacitar a la juventud y gestionar la plataforma Wao Yasuní: un mecanismo de financiamiento directo para la protección territorial, sin intermediarios. El plan representa un modelo post-extractivo basado en el liderazgo indígena, la conservación de la biodiversidad y la justicia climática.

De forma similar, el pueblo Kichwa de Sarayaku ha presentado “Kawsak Sacha”, el Bosque Viviente, una propuesta visionaria que busca el reconocimiento nacional e internacional de su territorio como una zona sagrada, libre de petróleo, minería y tala. Propone un desarrollo a partir de la sabiduría ancestral, donde el bosque es un ser vivo y una fuente de vida. 

En Brasil, iniciativas como el Fondo Podálli demuestran que el financiamiento autogestionado y liderado por pueblos indígenas ya está fortaleciendo la protección territorial. Juntas, estas estrategias muestran alternativas reales y resilientes al clima, lideradas por quienes siempre han protegido la selva.

El desarrollo depredador, como la extracción de petróleo, suele venir junto a promesas vacías que casi nunca se cumplen. También implica el riesgo de accidentes que pueden causar daños inmensos a ecosistemas frágiles y afectar el sustento de los Pueblos Indígenas y las comunidades locales. Los pueblos indígenas amazónicos, guiados por su sabiduría ancestral, han sido guardianes del bosque y defensores del planeta al resistir estas actividades destructivas y proponer verdaderas alternativas. Al proteger sus territorios y su forma de vida, estos líderes también están cuidando nuestro futuro colectivo.

Cómo Puedes Ayudar

Puedes ayudar a proteger la Amazonía y apoyar a los guardianes del bosque que valientemente defienden sus tierras ancestrales frente a la explotación petrolera y gasífera. Únete a la campaña Protege la Amazonía de Global Citizen mientras generamos impulso para la COP30 en Brasil y mostramos apoyo a las comunidades amazónicas que están en la primera línea. Toma acción hoy mismo y descarga la app de Global Citizen para alzar tu voz, mantenerte al tanto y sumarte a un movimiento global que exige justicia climática y respeto a los derechos indígenas.

Editorial

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Por João Pedro Galvão Ramalho