Por Kim Harrisberg

JAMBIANI, Zanzíbar, 4 de agosto (Thomson Reuters Foundation) — Nasir Hassan Haji nunca se percibió como una agricultora o una nadadora, pero conforme vadeaba las aguas azules de Zanzíbar con sus goggles encima de su pañuelo para examinar su granja de esponjas flotante, se dio cuenta que para su sorpresa se había convertido en ambas cosas.

Junto con otras 12 mujeres en la aldea de Jambiani en la costa del Océano Indico, Haji depende de las esponjas naturales resistentes al clima que se balancean en cuerdas gruesas donde crecen durante meses, antes de que las mujeres las cosechen, limpien y vendan en tiendas y a los turistas.

“Aprendí a nadar y a cultivar esponjas para poder ser libre y no depender de ningún hombre”, Haji afirmó más tarde, sentada en el piso de su casa en la isla tanzana.

Antes de cultivar esponjas –que parecen rocas blancas con textura pero que en realidad son simples animales multicelulares–, Haji cultivaba algas, hasta que el incremento de temperatura del océano provocado por el calentamiento global le dificultó crecer su cultivo comercial.

Haji y otras mujeres que dependen del océano para su sustento –del cultivo de algas, la pesca y el turismo– han visto que el aumento de temperatura en los mares amenaza su trabajo, pero se están adaptando al encontrar maneras para diversificar lo que hacen y salir adelante.

Conservacionistas locales afirman que la adaptación climática se ha vuelto más urgente ya que las restricciones en los viajes por el COVID-19 en todo el mundo ha paralizado el flujo de turistas al destino tropical vacacional, forzando a los isleños a recurrir a la naturaleza para ganarse la vida.

“Estamos viendo que personas que dependían del turismo ahora recurren a la pesca o están cortando leña de los bosques… se trata de un tira y afloja entre las economías y el medio ambiente”, afirmó Mohamed Okala, conservacionista y guía de turistas de Jambiani.

Algunos oriundos afirman que ya han visto agotarse las reservas de peces durante el año pasado. Pero para las mujeres como Haji, el cultivo de esponjas ha actuado como un parachoques contra los impactos económicos y climáticos que la isla sufre.

“Estoy construyendo mi propia casa y educando a mis niños”, afirma la madre soltera de cuatro niños, de 46 años, mientras va a mover una olla sobre un fuego cercano. “Las mujeres nos quedábamos atrás antes, pero ahora eso está cambiando”.   





El mar como un amigo

Investigaciones por parte de la Universidad del Estado de Zanzíbar muestran que más de 90% de los agricultores de algas en la isla son mujeres, quienes han presenciado cambios en la temperatura del agua, los patrones de lluvia y la salinidad del océano en años recientes.

Utilizando información que muestra que la temperatura en  Zanzíbar ha ido aumentado en los últimos 40 años, un estudio de 2012 de la Global Climate Adaptation Partnership y el ex Department for International Development de Gran Bretaña estimó que la temperatura mensual máxima promedio en la isla podría incrementar de 1.5 a 2 grados centígrado para la década de 2050.

Las agricultoras de algas por lo regular venden sus productos a hombres intermediarios que los exportan a países como Dinamarca, Vietnam, Francia y Estados Unidos donde usan las algas como agente emulsionante en cremas, sopas y comidas.

Haji cultivó algas desde niña hasta hace seis años, cuando una amiga le dijo que la organización benéfica ambiental marinecultures.org estaba enseñándole a las mujeres a nadar y cultivar esponjas que pueden usarse para la limpieza y el baño.

Desde 2009, Christian y Connie Vaterlaus, los fundadores de Suiza de la organización benéfica, han colectado partículas de esponja en toda la isla para cultivar en su criadero, que se convirtió en la plataforma de lanzamiento para sus granjas de esponjas florecientes.

“Conocí a alguien en Micronesia que criaba esponjas y vi los beneficios de traer esta idea a Zanzíbar”, afirmó Christian Vaterlaus, mientras mira el océano desde su oficina en Jambiani y señala que solo existen pocos agricultores de esponjas en el mundo.

Las esponjas, afirmó, son más resistentes al cambio climático que las algas, requieren menos cuidados y se venden a precios más altos a hoteles y a los turistas, lo que ofrece una alternativa amigable a las esponjas sintéticas para el medio ambiente.

Las esponjas también filtran y se alimentan de partículas en el agua y proveen una alternativa a la pesca excesiva, mitigando la presión en el ecosistema costero.

Las 13 mujeres que cultivan con la ayuda de marincultures.org están creciendo actualmente aproximadamente 1,500 esponjas y la organización capacita a cuatro mujeres más al año.

En un buen mes, las agricultoras pueden vender de 10 a 20 esponjas por hasta $20 dólares cada una, afirma Vaterlaus, y en el proceso él ha visto mujeres que se han vuelto conservacionistas.

“Cuando la gente se da cuenta que cultivar el mar es más sostenible que la peca en exceso, perciben (el mar) como un amigo que provee un medio de vida y que es importante protegerlo”, afirmó.

Pero mantener la demanda ha sido complicado, añadió, especialmente cuando brotó el COVID-19, que redujo el número de turistas en la isla.

Las esponjas solo se venden a nivel local por ahora para minimizar los costos y compartir una gran parte de las ganancias con las agricultoras, afirmó Vaterlaus.




Reequilibrando los ecosistemas

Una caminata por las aguas poco profundas del océano en Jambiani durante la marea baja revela erizos de mar oscuros, punzantes, en todas partes, que se alimentan de algas coralinas y manchan el lecho marino.

“Hay demasiados ya que nuestras especies de peces, que comen y controlan a los erizos, están cada vez más amenazadas”, afirmó Okala, el conservacionista local, quien cuidadosamente observa sus pies para evitar pisar uno de los invertebrados puntiagudos.

En pequeñas cantidades, los erizos son esenciales para la salud del coral. En exceso, pueden inhibir el crecimiento del coral, explicó.

“El equilibrio se ha roto… Si seguimos pescando para alimentar nuestros estómagos ahora, no tendremos nada en el futuro”, afirmó.

Consciente de este riesgo amenazante, marinecultures.org también se enfoca en la rehabilitación del arrecife de coral y en los esfuerzos para regular las zonas de pesca, además de utilizar técnicas que le dan a ciertas especies, como el pulpo, una oportunidad de recuperación.

Pero iniciativas como esas solo funcionan en las condiciones correctas.

Las esponjas, por ejemplo, no crecen al sur de la isla, posiblemente porque las temperaturas del mar ahí son más frías, afirmó Vaterlaus.

Pero esta organización está expandiendo la agricultura de esponjas en medios ambientes similares a Jambiani, tanto en Madagascar como en Túnez.

“Realmente no entendemos que vendrá cuando se trata del cambio climático, pero debemos ser optimistas y tratar de adaptarnos ahora, mientras todavía tenemos una oportunidad”, afirmó.

(Reportaje de Kim Harrisberg @KimHarrisberg; edición de Jumana Farouky y Megan Rowling. Favor de dar crédito a la Thomson Reuters Foundation, el brazo de beneficencia de Thomson Reuters, que cubre las vidas de las personas en todo el mundo que luchan por una vida libre y justa. Visit http://news.trust.org)

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