Nota de la editora: Este artículo contiene breves menciones a autolesiones y brutalidad policial.
Álvaro Quiroz es el primer mexicano premiado por la Cumbre de Jóvenes Activistas de la ONU tras haber co fundadoBrigada 12, un grupo de activistas en la ciudad de Guadalajara que, desde 2020, reparte comida y cobijas a los sin techo, un movimiento que desde entonces se ha extendido a otras ciudades, y a Colombia y Estados Unidos.
Él mismo experimentó la falta de hogar antes de ser invitado a vivir en un albergue de la ciudad. Quiroz afirma que, ayudando a los demás, también se está salvando a sí mismo, y que no se debe considerar que las personas que viven en la calle no tienen derechos.
Vengo de una familia con muchas carencias económicas.
El abuso, del bullying en la escuela y en mi casa, y la carencia económica, fue bastante complicado, me hizo de alguna manera retraerme de las situaciones en que me enfrentaba. Mis papás tenían un puesto de frutas y verduras en la calle y yo dormía debajo del puesto, sobre cartones. Mi abuela me cuidaba porque mis papás trabajaban todo el tiempo, y ella era la única persona que me cuidaba. El tema del bullying fue bastante fuerte y duró muchos años, hasta la preparatoria, por mi orientación sexual y por mi condición física.
Yo era un niño muy retraído, no hablaba mucho con la gente, y me la pasaba dibujando, me expresaba por medio del arte. Yo sentía que todo eso me distanciaba de la gente. Posteriormente, buscando otras maneras de vida, me vine a Guadalajara, en donde estudio arte en la universidad. En mis obras pinto sobre todo, utilizando óleos y carboncillo.
La carrera que yo quería estudiar, artes visuales, no existía en Atotonilco El Alto, el pequeño pueblo de donde vengo. Yo quería estudiar arte como una manera de huir de la situación en que estaba viviendo. El pretexto era estudiar y buscar otras oportunidades. Pero acabé en la calle porque aquí en la ciudad no tenía amigos o conocidos. Un grupo de personas me rescataron y me llevaron a una casa hogar.
Retrato de Álvaro Quiroz junto a su arte el cual representa su ideología como persona y como joven activista, el arte por la representación de las causas sociales.
Tuve dos intentos de suicidio y yo veía que no tenía oportunidades…
…y cuando traté de quitarme la vida por tercera vez, y ahí es cuando esa gente de la casa hogar me rescataron. Me ayudaron a trabajar mis emociones y hablar de mis problemas para crecer como persona. Esa comunidad era de gente también con muchas carencias, gente que venía de la prostitución, o que había trabajado en el crimen organizado, o eran adictos a la droga, y su manera de salir de sus problemas era ayudar a los demás con sus problemas.
Así llegué yo, derrotado, y ellos empezaron a trabajar conmigo, a ayudarme, era una organización de muchas personas. Nunca me etiquetaron, ellos veían mis problemas como lo más normal del mundo. Y yo me sentía que no pertenecía a este mundo, y ellos me hicieron sentir como si estuviera parte de una familia, me decían que les contaran mis problemas. En esa casa me dieron la oportunidad de estudiar en la universidad y trabajar mis emociones.
Éramos 20 jóvenes compartiendo un cuarto.
No tenía privacidad y el único espacio para poner mis cosas, como mi ropa, cobijas, mis trabajos de la universidad, era en el baño, pero realmente no me importaba porque el amor y el apoyo que me daban eran mucho más grandes que las carencias económicas.
“Somos ricos de espíritu pero pobres de dinero”, me decían. Me daban las herramientas para seguir adelante e hicieron mucho por mi. Me dijeron, “lo que hacemos por ti es también lo que estamos haciendo por nosotros, tú quieres seguir adelante y nosotros queremos salir adelante contigo”.
Miles de jóvenes son reclutados al año por el narcotráfico en México, y hay mucha tráfico de menores. Pasan muchas cosas, pero yo nunca veía las noticias, me enteré de cosas por mis compañeros de la casa hogar, niños que venían de pandillas y jovencitas que habían sufrido trato. Contaban las historias de sus carencias y cómo habían sido reclutados por el narco y por las pandillas porque ellos sentían la necesidad de pertenecer a algo, y me contaron de su dolor y compartieron sus experiencias. Yo, en mi caso, les hablaba de mis experiencias para sanarlo, para que no le pase eso a otras personas, y para no olvidar de dónde vengo.
En la pandemia fue muy fuerte, no recibimos el apoyo de nadie. El gobierno nos cerró las puertas, no nos dejaban trabajar en la calle. Muchos de los compañeros venían de la cárcel y cantaban en los autobuses o vendían cosas en las calles. Pero vimos que había gente en las calles que la pasaban mucho peor, así que íbamos a la calle a repartir lo poco que teníamos.
Creemos que, al ayudar a otras personas, olvidas tus propios problemas.
Salíamos a las calles a distribuir la poca comida que teníamos. Conocíamos la situación que otras personas estaban viviendo, era una bendición estar en las calles ayudando a la gente y creando ese sentimiento de comunidad. La gente dormía en los árboles en el centro de la ciudad para que los policías no los vieran.
Álvaro Quiroz caminando por las calles de Guadalajara para ayudar a personas de escasos recursos.
Encontrábamos a madres que querían proteger a sus niños, niños que eran hijos de trabajadoras sexuales, y gente trans que no podían conseguir los medicamentos que necesitaban. Queríamos ser la voz de esa gente, y no solo darles comida, más bien saber qué necesitaban para no estar en la calle. Muchos de ellos tienen problemas de adicción, y la adición a una sustancia genera una realidad alterna. me decían por ejemplo que querían estar drogados para no sentir cuando la gente abusaba de ellos.
Lo que queremos hacer es darle una segunda oportunidad de vida a la gente. Hacer que la gente sea responsable de sus vidas.
Organizamos subastas de arte para ahorrar fondos para ayudar a la gente. Yo siempre veía al arte como una catarsis. Mis compañeros de la casa hogar y yo empezamos a llevar comida a la gente en situación de calle. Cuando veíamos a gente que necesitaba medicamento yo buscaba contactos en el sector salud y les pedía ayuda, o a los políticos para apoyar a los niños en la navidad. Empecé a hablar con empresarios para poder conseguir regalos, y yo me convertí en portavoz del movimiento.
Empezamos a conectar a las personas con los centros de atención para drogadictos, o con empresarios para pedir donaciones para pagar útiles de la escuela, y la misma gente que forma parte de la comunidad y que trabajan en las casas hogar como voluntarios cooperaba con comida y con cobijas. Cuando empezamos Brigada 12 éramos 20 personas, pero poco a poco el movimiento empezó a crecer, y hasta a otros estados del país. La llamamos ‘Brigada 12’ porque salíamos a medianoche a ayudar a la gente sin techo.
Ya teníamos registro de personas en las calles y nos dimos cuenta que algunas personas habían desaparecido. Nos contaron que la policía llegaba a hacer redadas y a quitarles sus cosas o se las llevaba a la cárcel, por estar en la calle [durante el encierro de la pandemia], y yo me comunicaba con algunos políticos para explicarles lo que estaba pasando. Los policías golpeaban a la gente y tomamos videos de lo que estaba pasando y los envié a las televisoras y a los medios, así que el problema se empezó a visibilizar.
Se piensa que la gente, por estar en situación de calle, pierde sus derechos.
Los tratan como animales. A veces me han bloqueado el camino, por alzar la voz. Y me di cuenta que, si no me escuchan aquí, me tienen que escuchar en alguna parte del mundo. Así que hablé con un amigo activista, un médico mexicano, Giorgio Franyuti, y él me brindó apoyo y me capacitó en cómo crear un proyecto más formal.
Así que hacíamos subastas, hacíamos y vendíamos tamales u obras de arte, para poder financiar los viajes, y me empezó a llegar recomendaciones de cómo actuar para resolver los problemas aquí, y de hacer alianzas con otros activistas de otros países, de organizaciones globales, de embajadores, políticos, consulados, y que empezaron a sumarse a la causa y yo empecé a convertirme en el portavoz global del problema. Así con esos aliados empezamos a ver cómo solucionar ese problema de la gente en situación de calle.
El reto más grande ha sido lo económico. La misma autoridad es también un reto, no les pedíamos nada, solo les decíamos que nos dejaran trabajar, que no nos estorbaran. Me han llegado amenazas de muerte de forma anónima. Personas que me dijeron que no hablara porque me podían matar o desaparecer. Jalisco es uno de los estados mexicanos con más desapariciones forzadas. Y en un país como México, en donde matan a un activista por más representación global que tenga, existe impunidad.
En México han muerto activistas de ímpetu global, simplemente desaparecen, son asesinados. A mi me dijeron “eres muy joven, vives en una casa hogar, pero no tienes dinero, ni los medios ni los conocimientos, y si vienen y te balean con los chicos, ¿qué va a pasar?”
Retrato de Álvaro Quiroz sosteniendo el premio YAS el cual le fue otorgado por su labor en apoyo a personas sin hogar, permitiendo así que puedan encontrar trabajo y vivir con dignidad.
Si me secuestran quizá los chicos de la casa hogar se manifiestan, pero no va a pasar nada porque no tengo los recursos ni los medios. Y recibí llamadas anónimas y me decían: “Mejor cállate o te van a matar o desaparecer”, y que si seguía visibilizando los problemas a unas personas del gobierno les iba a incomodar.
“Si tú te dedicas a otra cosa, en lugar de ser el portavoz de esa gente, y acabas tus estudios, pones una galería de arte, puedes vivir más tiempo”, me decía un amigo, y no para espantarme, sino hablándome honestamente. Y le dije “sí, pero va a ser una vida sin causa, y prefiero vivir menos pero tener una causa y un motivo de lucha y ayudar a la gente que me importa y que me ha ayudado”. No es cambiar todo el mundo, sino cambiar las vidas de la gente de mi mundo. La gente de la calle no puede estar invisible.
Cambié mi mundo y cambié la vida de la gente a mi alrededor. Los aliados son los que nos sirven, un aliado es mucho más valioso que mil dólares. Todo el trabajo que hemos hecho ha sido posible gracias a nuestros aliados. Yo solo soy el reflejo de la buena voluntad de la muchísima gente que nos ha ayudado. Quitarle el hambre a alguien es muy fácil, pero darles dignidad a la gente en la calle es el gran reto, como a mi me dieron en aquel momento.
Más que la caridad lo que necesitamos son aliados.
Buscamos sustituir las carencias de la gente al crear una familia. Nos sirve más la gente de buena voluntad que el dinero. Tenemos que escuchar a la gente en la calle para saber qué es lo que necesita.
Yo me describiría como un artista que busca generar un cambio social desde mi propia experiencia, para crear un activismo real que se convierta en un cambio social. Soy una persona con muchos defectos, no soy un santo, pero la gente que llevan estos proyectos tampoco son santos, todos tienen una historia muy problemático, y son esos defectos que yo tengo que me ayudan a brindar apoyo a otras personas. Todos somos seres humanos que sentimos que el mundo no nos dio amor, y por lo mismo queremos dar ese amor. Yo solo soy el portavoz de una causa que está mucho más grande que yo.
Parte de Brigada 12 caminando junto a Álvaro Quiroz para repartir comida y abrigo a personas en situación de calle.
Este artículo fue contado a Adam Critchley y ha sido ligeramente editado para mayor claridad.
Contacte Brigada12 a los correos: brigada12.contact@gmail.com o irisartandsocialproject@gmail.com, o visite www.brigada12.org
La serie ‘En mis propias palabras 2024-2025’ es parte del contenido de Global Citizen financiado con apoyos institucionales y corporativos.