Las Islas Salomón están clasificadas como uno de los países con mayor riesgo de desastres naturales en el mundo y un gran porcentaje de su población vive a menos de un kilómetro del mar, lo que, debido al aumento del nivel del mar, amenaza con inundar la nación y afectar a su gente.
El espacio cívico también es considerado restringido en las Islas Salomón, ya que existen preocupaciones constantes sobre la libertad de prensa y la independencia de los medios en este país del Pacífico. Cynthia Houniuhi es presidenta de Pacific Islands Students Fighting Climate Change (PISFCC) y Premiada en el Young Activist Summit 2024. Con sus palabras y a través de sus vivencias como ciudadana de las Islas y como estudiante de derecho, comparte por qué es fundamental que, como joven, esté al frente de la defensa del planeta.
Mi nombre es Cynthia Houniuhi.
Algunos me llaman activista climática, pero en realidad solo soy una joven intentando hacer lo que está en mis manos para ayudar a mi gente y a mi país.
No busco elogios por esto, porque trabajo por una causa que beneficiará no solo a mi gente, sino también a las próximas generaciones, esa es mi mayor recompensa. Tuve una infancia increíble; crecí constantemente al aire libre, en el océano o el bosque, pescando para el almuerzo (o la cena) o recolectando plantas comestibles con las abuelas y tías. Aprendí muchísimo de generación en generación sobre mis orígenes y la conexión con la tierra y el mar a través de mis papás, abuelos y otros miembros de mi familia.
Mi viaje empezó oficialmente en 2019, en mi tercer año de la carrera de derecho.
Nuestro profesor nos desafió (a mí y a otros 26 estudiantes) a usar el derecho como instrumento para acelerar la acción climática, reflejando la realidad y los verdaderos impactos que el cambio climático tiene en nuestras casas y comunidades.
Esto me tocó profundamente, ya que crecí en una de las islas más remotas de las Islas Salomón. Crecer ahí significaba vivir de lo que da la tierra, y el acceso a tiendas o lujos modernos era algo que no existía. Así, desde pequeña aprendí el valor de la tierra y lo que significa para nosotros. También aprendimos a cuidarla y respetarla porque venimos de ella, y existe un vínculo espiritual con la tierra y el océano.
Uno de los recuerdos que marcó el inicio de mi camino hacia la justicia climática fue ver con mis propios ojos los efectos del aumento del nivel del mar en una de las islas de donde viene mi familia, llamada Fanalei. Tenemos parientes ahí y recuerdo ir desde la capital, donde estudiaba, hasta la isla. Vi cómo el agua salada había avanzado tanto que algunas casas ya estaban dentro del agua.
Le pregunté a mi familia si siempre había sido así, y me dijeron que antes no era así. Eso me hizo cuestionar lo que estaba pasando y me impulsó a empezar este viaje para proteger nuestra tierra. Cuanto más aprendía, no solo en libros, sino también conversando con tíos y tías, más entendía que lo mío era buscar justicia climática.
Cynthia Houniuhi posa en Honiara, Islas Salomón, en diciembre de 2024.
Aprendí que el agua salada en nuestros hogares no es culpa de mi gente.
Casi no contribuimos a este problema, pero somos quienes estamos perdiendo nuestras casas por el aumento del nivel del mar. Somos quienes veremos cómo las futuras generaciones pierden nuestro legado cultural. Es muy injusto. Cuanto más aprendía, más me frustraba darme cuenta de que no solo mi gente enfrenta esta crisis, también hay otras personas en el mundo que casi no han contribuido y aun así sufren las consecuencias. Yo quería justicia climática.
No entendía completamente el poder ni las vías que podía explorar para lograr el cambio urgente que necesitamos, hasta que empecé a estudiar derecho. Elegí esa carrera porque sabía que me podía dar los conocimientos para encontrar soluciones para mi gente. Empecé en la Universidad del Pacífico Sur en 2017, y fue en el tercer año cuando aprendí sobre los diferentes marcos legales existentes relacionados con el cambio climático.
Cuanto más aprendíamos sobre estos regímenes legales de cambio climático más nos dábamos cuenta de que los avances eran lentísimos, casi congelados.
Mientras tanto, comunidades como la mía, que están en la primera línea de la crisis climática, necesitamos acción urgente para que nuestra realidad diaria se refleje en las decisiones. Por eso, nos animamos a buscar formas de acelerar la acción climática, y no cualquier acción, sino una acción ambiciosa.
Nuestro profesor nos motivó a buscar un camino legal y presentarlo a los líderes de las Islas del Pacífico.
En nuestra investigación, el camino legal que más nos convenció fue buscar una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia. Nos inspiramos en un intento similar (aunque no tuvo éxito) que hizo la nación insular de Palau; era la vía legal más ambiciosa que teníamos y sentíamos que una opinión consultiva de esa Corte podría iniciar acciones climáticas realmente ambiciosas.
Queríamos una solución con visión de futuro, así que también abogamos por una mayor protección de los derechos de las generaciones futuras, que son quienes más perderán por la naturaleza de esta crisis. Ahí mismo, en el aula en Port Vila, Vanuatu, decidimos crear un grupo para poner en marcha esta idea.
Hoy, este grupo es reconocido a nivel mundial como Pacific Islands Students Fighting Climate Change, con cuatro oficinas regionales en Fiyi, Islas Salomón, Tonga y Vanuatu. Nuestro foco principal es conseguir una opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia sobre Derechos Humanos frente al Cambio Climático.
Nuestro grupo está utilizando la ley como una vía para la acción climática.
También nos enfocamos en educar y activar el activismo juvenil en las Islas del Pacífico. Vimos que se necesita responsabilidad cuando se trata de las obligaciones que ya existen para enfrentar el mayor desafío de nuestro tiempo. Creemos firmemente en el estado de derecho y que todos somos iguales ante la ley. La crisis climática tiene algo muy especial: quienes más la sufren, son quienes menos responsabilidad tienen en ello. Necesitamos garantizar la justicia cuando hay injusticia climática.
Como jóvenes, tenemos el derecho a acceder a la justicia y buscar reparación cuando se violan nuestros derechos; por eso, debemos luchar por proteger estos derechos y asegurar aún más la protección de los derechos de las próximas generaciones.
El camino que recorrimos, desde nuestro salón de clases hasta la Corte Internacional de Justicia (CIJ), siempre fue inclusivo, porque el proceso requiere consenso para alcanzar la mayoría simple en la Asamblea General de las Naciones Unidas y así pedir una opinión consultiva a la CIJ.
Cynthia Houniuhi en Honiara, Islas Salomón. Las Islas Salomón son de las naciones más vulnerables a desastres, y gran parte de su gente vive muy cerca del mar.
Hicimos nuestras presentaciones en diciembre de 2024, y al finalizar, los jueces de la CIJ le hicieron algunas preguntas a los estados participantes y les dieron unas semanas para responder. Ahora, estamos esperando la entrega de la opinión consultiva, en una fecha aún por confirmar. Una vez que se reciba la opinión consultiva de la CIJ, será el documento sagrado que usaremos para guiarnos en la siguiente etapa de nuestra campaña. Es la opinión por la que llevamos cinco años luchando. Nuestro próximo enfoque será el contenido de esa opinión consultiva. Esperamos que sea una opinión progresista. Nuestra gente lo necesita desesperadamente. El mundo también lo necesita.
Todo este proceso de solicitar una opinión consultiva comenzó a nivel comunitario, pasó a jóvenes y OSC de todo el mundo, y finalmente logró influir en más de 130 países miembros de la ONU. Eso demuestra que la mayoría reconoció el mayor desafío de nuestro siglo, y el valor que la máxima instancia judicial de la ONU, la Corte Internacional de Justicia, puede aportar a los mecanismos existentes para enfrentar el cambio climático.
El modelo que usamos implica trabajar de la mano con nuestros gobiernos y no en contra de ellos.
Antes de nosotros, ya había esfuerzos para crear espacios donde pudiéramos dialogar con representantes de nuestro gobierno. Y eso ha jugado a nuestro favor, porque nuestros gobiernos quieren lo mismo que nosotros. Incluso nos han incluido en la delegación del país ante la Conferencia de las Partes de la CMNUCC y se han asegurado de que jóvenes como nosotros estemos representados. Gracias a este modelo, hemos podido hablar abiertamente y de manera libre con nuestros representantes sobre estos temas.
Nunca he vivido situaciones de violencia ni represalias por parte de las autoridades de mi país. La única represalia que realmente me preocupa es la de no representar bien la diversidad cultural y las distintas historias relacionadas con el clima en las Islas Salomón. Yo misma me exijo mucho para asegurar que pueda comunicar bien las realidades que vivimos y hacer justicia, ya que pocas veces nos dan el espacio que merecemos en escenarios internacionales.
Hemos recibido beneficios como el Young Activists Summit, que nos ha dado visibilidad porque nuestro objetivo es atraer la mayor atención posible al caso climático más grande de nuestra historia. Estoy convencida de que el apoyo continuo de los gobiernos, organizaciones de la sociedad civil y activistas de todo el mundo puede seguir ayudándonos a tener un impacto. Y, sobre todo, necesitamos el apoyo genuino de quienes creen en nuestra causa y sueñan con un futuro mejor para todas las personas.
Este artículo, narrado a Gugulethu Mhlungu, fue editado levemente para mayor claridad.
Si quieres contactar y apoyar a Cynthia y a Pacific Islands Students Fighting Climate Change, visita su sitio web haciendo clic aquí.
La serie 2024-2025 In My Own Words fue posible gracias al financiamiento de la Ford Foundation.