Equidad e igualdad son dos palabras que a menudo se usan indistintamente, pero cuando se trata de lograr ponerle fin a la pobreza global, debemos entender sus diferencias.
En resumen, la equidad es justicia y la igualdad es igualdad. En muchos casos, la equidad se logra teniendo en cuenta las desigualdades estructurales que empujan a las personas aún más al margen de la sociedad.
Por ejemplo, las comunidades de color están experimentando tasas más altas de mortalidad por el COVID-19 que otras poblaciones en muchos países, incluidos los Estados Unidos y Europa.
Esto es causado en parte por el racismo estructural, que puede conducir a ciclos de pobreza. El racismo estructural se refiere a las instituciones, sistemas y estructuras en la sociedad que operan de manera que defienden el racismo y hacen que sea más difícil para las personas de color o minorías étnicas participar en la sociedad. Por ejemplo, en Estados Unidos, los estadounidenses afrodescendientes están subrerrepresentados en el sistema de justicia penal con condiciones de vida pésimas, lo que lleva a algunas de las tasas más altas de COVID-19; Las personas de color en muchos europeos también están subrerrepresentadas en trabajos esenciales, como conductores de transporte público y están demasiado expuestas al virus.
Esto es crítico: para abordar esta disparidad, tenemos que presionar para obtener más recursos para esas comunidades, en lugar de los mismos recursos para las comunidades que no sufren una tasa de mortalidad tan alta.
También debemos abordar los sistemas que marginan a las comunidades de manera injusta y activa, o empujan a las personas a las periferias de la sociedad debido a sus ingresos, origen étnico, género o identidad sexual. Si bien la igualdad es un resultado ideal para las comunidades marginadas en todo el mundo, la equidad es el marco que nos ayudará a lograr estos resultados positivos e igualitarios.
Las palabras que usamos tienen poder. Ponte a prueba sobre tu conocimiento sobre las palabras.